Viernes, 24/06/2005 @ 01:26 PM

Hoguera mágica

La Hoguera de San Juan de anoche estuvo a puntito de terminar en chasco. Minutos antes de llegar al San Pascual cayó la madre de todas las trombas de agua -cuánta falta hacía-, y ahí fuí a fundirme con la noche y la lluvia.

Llegué al campo de fútbol donde siempre ponen la hoguera. Apenas 4 gatos. Sólo unos cuantos colgaos como yo, dispuestos a empaparse, fuimos con dos cojones fundiéndonos con todo lo fundible.

El agua caía ya más fina aunque seguía calando. La mitad de los que aún quedaban observaban desde los cubiertos como la pira se iba apagando por la tromba. Pero el viento era nuestro aliado: una corriente contínua mantenía las ascuas al rojo vivo en todo momento, lo que alimentaba el fuego que, aún vivo, deasfiaba a la tormenta.

Eché un par de fotos a la lluvia y decidí acercarme a los tres colgaos que estaban junto a la pira. Al llegar a las ascuas descubrí un efecto mágico: La lluvia, que ahora caía más suave, en gotas más finas, se evaporaba por el calor antes de llegar a la hoguera, por lo que junto al fuego no llovía. Dabas un paso atrás y te empapabas, un paso alante y la ausencia de agua se unía al intenso calor para que pudieras notar como tu piel se iba quemando...

Después llegaron mis primos, Cupi y el Enano, y seguí haciendo fotos. Al haber tan poca gente la hoguera resultó mucho más pequeña de lo que esperaba, pero eso permitió que uno con pinta de poco prudente se decidiera a saltar por encima. Hice un carrete entero de fotos al fuego, y al saltador, pero con la cámara reflex, así que tendré que esperar a revelarlas a ver si salieron bien o no.

Luego, para cumplir con la tradición, escogí un objeto que representara lo malo del último año: la tarjeta de crédito. Di las vueltas de rigor a la pira, conjurando los espíritus para que aceptaran la ofrenda y redujeran ese mal a polvo y cenizas, al olvido. Me sentí como Brida en el Akelarre, con unas ganas locas de quedarme en bolas bailando alrededor del fuego purificador, olvidándome de toda la gente allí reunida y de sus miradas aviesas, fundiéndome con la energía que emanaba el fuego, trasportándome a ese mundo donde nada importa... Pero finalmente resistí la tentación de hacerlo y con ello ganarme alguna movida, y tras mis 3 vueltas, me acerqué hasta donde el calor se hacia absolutamente insoportable, a menos de un metro de las llamas, y arrojé el símbolo al centro del fuego.

Es increible lo poco que tarda en consumir las llamas una tarjeta de plástico.

Tenía muchos más malos recuerdos que conjurar, pero tenía que elegir un símbolo. El resto se fueron mentalmente a las llamas mientras daba vueltas pensando en la fiesta de Wicca...

Ahora sólo queda esperar que la Tradición haga su trabajo.

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