Jueves, 07/09/2006 @ 11:44 AM

El día, el trueno, la noche

Salía tarde de trabajar, como siempre. Iba con el tiempo justo para llegar a Villaverde a hacer un pedido para su moto. El cielo, gris, había decidido bloquear la luz del sol, y el día había cogido ese extraño brillo en que los colores se intentan escapar de las cosas, y el contraste entre el gris del cielo y del asfalto y todos los colores de la ciudad te incitan a mirar extasiado como si todo el mundo hubiera cambiado.

Llegó justo cuando estaban cerrando, y al aparcar un vendabal parecía querer arrasar con todo. Subió las escaleras de la tienda, y justo cuando iba a salir, el cielo entero pareció caer sobre Madrid.

Una lluvia furiosa, una lluvia dura y con rabia, como queriendo destruirlo todo, castigaba todo lo que la vista abarcaba. El viento arrancaba ramas de los árboles, las alcantarillas reventaban y dejaban de tragar agua. Los semáforos no funcionaban y la gente no se atrevía a salir de los soportales donde, malamente y agolpados, se habían conseguido refugiar.

Enfado. Rabia. Odio. El cielo gritaba a la tierra, relámpagos y truenos parecían azotarnos sin piedad. Una tormenta como nunca había visto, violenta y salvaje a la vez. Tal vez Dios, si es que existe, quería castigarnos. Nos había negado la luz del Sol y nos había mandado la furia del agua y la implacable violencia de los relámpagos que seguían cayendo, acompañados de un rugido ensordecedor que explotaba en los oídos demostrando su poder...

Una tormenta más, furiosa. Agua que se convertía en toda la ropa que pudieras llevar. Volver a casa nadando entre truenos. Cantando bajo la lluvia, sin tí, una vez más...

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