Lunes, 22/01/2007 @ 01:34 PM

Otra despedida

Las despedidas son tristes, es algo que todos sabemos. Pero en menos de 5 meses han sido dos despedidas en el mismo lugar, con distinta gente, de mis motos.

Esta vez no tenía el vínculo que existía con La Gata, pero de todas maneras ha sido triste dejar la moto y darle las llaves a su nuevo dueño, y saber que nunca más volveré a montar sobre ella.

El día amaneció triste, elocuente de lo que iba a ser, gris, con una llovizna finísima y una niebla que apenas dejaba ver la acera de enfrente. El sol ni siquiera se había despertado cuando salí a por la moto. El mundo parecía andar a un ritmo extraño con la falta de luz, y la gente andaba distante y aún adormecida por sus madrugones para ir al tajo.

Como una hilera de autómatas todos se encaminaban al Metro sin pararse a mirar a quien anda a su lado, o a quien se cruza en sentido contrario. Como mucho dos amigos que se cruzan se reconocen y hablan 15 segundos sobre por qué se cruzan esa mañana y no otra.

Pero poco a poco el sol va abriendose camino a duras penas entre la densa niebla, convirtiéndola en lluvia y deshaciéndola con esfuerzo. Los primeros rayos de luz apenas iluminan un poco el día aún triste, y el tráfico se hace lento y apesadumbrado, contagiado del lúgubre amanecer.

Después, igual de fríamente que amaneció, las cosas se suceden como impulsadas por la misma inercia incosnciente que lleva a las personas medio dormidas al metro para acudir a sus puestos de trabajo, y la vista final da paso a la gestoría, esta a su vez a las firmas de papeles, luego trámite en el banco, entrega de llaves, últimas explicaciones banales y obvias (a la par que innecesarias), apretón de manos, y cada uno por su lado. Desde este momento enlatado, calentito a salvo de la lluvia que arrecia ahora que el sol se impone filtrando sus rayos entre las nubes, pero con una horrible sensación de nostalgia en el cuerpo.

Esta vez no se fué girando la esquina sin mirar atrás, ni hubo esos últimos días disfrutando a tope de su compañía. Una honrosa despedida ayer, y un indiferente alejamiento del lugar donde estaba aparcada en un soportal.

La Gata 2.0 (o la Chuki) ya es historia.

Y el día sigue triste.

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