Jueves, 15/06/2006 @ 03:38 AM

Otra historia que nunca fué...

La noche había amenazado lluvia, y olía inequívocamente a tormenta. Mientras volvía a casa como siempre, con la cabeza inundada de ideas dispersas, algo llamó mi atención hacia delante.

Entonces levanté la vista y allí, al fondo sobre la carretera, apenas rozando las copa de los raquíticos árboles que aún quedaban, un círculo enorme y anaranjado se asomaba con cara somnolienta desde el horizonte. La Luna estaba empezando a menguar ya, pero aún mantenía su aire de misterio, aderezado incluso por una pequeña franja oscura en el lado izquierdo de su cara. Y al verla amaneciendo así desde el horizonte recordé una historia que venía repitiéndose días en mis sueños...

Mi mente me transportó volando sobre la autopista, dejando atrás la ciudad y los campos, pasando sobre bosques y montañas a la velocidad del rayo, hasta llegar a una playa. Era aquella una cala silenciosa, separada del mundo casi por completo, donde tan sólo el sonido de las olas rompiendo contra las rocas te recordaba que estabas aún vivo. En un lado, a lo lejos, unas pequeñas casas me sacaban de mi ensueño de soledad.

Pero dicha soledad no era del todo real, en cualquier caso, pues cuando me iba a preguntar "¿Qué hago yo aquí?" la respuesta me resultó obvia. En el horizonte, sobre las olas de la pleamar, un enorme círculo anaranjado iba surgiendo poco a poco, iluminando con un precioso tono morado la espuma que las olas dejaban al romper ante nuestros pies.

¿Nuestros pies? Si, allí, sentado en la arena, miraba absorto como la Luna nacía del mar, mientras la abrazaba protegiéndola del frío. Ella me sonreía y me susurraba: "¿Lo ves peque? Te dije que era increíble". En ese momento recordé que aquello lo había vivido, una noche de tormenta que nunca llegó a arreciar sobre nosotros, mientras ella me lo contaba. Pero ahora ya no era una historia. Allí a lo lejos la Luna empezaba a despegarse de las olas aunque parecía estar a sólo unos metros. El calor de su luz nos regaba y el suave roce de su piel contra la mía me hizo estremecerme del deseo.

De pronto, sin apenas darse cuenta, ella empezó a sentir mis labios acariciando su cuello, mientras mis manos iban rozando toda su piel, sintiendo cómo empezaba a tensarse mientras su respiración se hacía más profunda. Apartó su pelo y ladeó un poco la cabeza, resistiendo el impulso de cerrar los ojos, fijos, hipnotizados aún con la rojiza hija del mar. Mi lengua comenzó a recorrer cada centímetro de su cuello desde la nuca hasta el oído, y cuando parecía que iba a separarme sentí un impulso irrefrenable de morder con fuerza, atrapando con una violenta dulzura sus músculos, sintiendo cómo la sangre se disparaba por sus venas al tiempo que no podía reprimir un gemido de placer...

La noche avanzó sin prisa, lenta pero como en un sueño, donde el tiempo pierde todo su significado y donde las horas se medían por los arqueos de su espalda y las marcas de sus uñas en la mía. La Luna se terminó ocultando por el lado contrario de donde nació, sin dejar de observarnos cómplice y causa a la vez, guiñándonos un ojo al desaparecer tras las casas de las rocas, y su hermano el Sol nos descubrió aún perdidos e inconscientes de las horas.

Nuestras manos y nuestros labios conocían ya cada rincón del cuerpo del otro, y aún así seguían descubriéndose mutuamente, siempre encontrando algo nuevo que nos hacía estremecer. La arena pegada a la piel por el sudor nos hacía cosquillas y nuestra respiración había aprendido a convertirse en una sola.

Y cuando el Sol desapareció, aquella Luna que nos había dejado con un guiño cómplice renació de entre sus olas, y se sorprendió sonriendo al vernos, aún perdidos, sumidos en nuestro propio mar de sensualidad, cumpliendo por fin con tanto deseo que habíamos alimentado... ¿sin saberlo?



"¿Has visto eso?" - Su voz me sorprendió y me sacó de mi ensueño, volviendo de la misma manera que había ido, sobrevolándolo todo, viendo cómo la playa se alejaba hasta volver a aquella carretera, con la Luna anaranjada sobre los árboles. -"Tío, ¿estás dormido o qué? ¿En qué estabas pensando?"- me recriminó...

"Perdona tía, me he quedao... ¿Que en qué pensaba? Pues en un post..."

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