Lunes, 27/10/2008 @ 10:01 AM

Soñando demasiado

A veces sueñas demasiado, tanto que lo real no importa, sientes que los días te transportan, y te sientes solo, apagado, como esta ciudad maldita, que te incita a suplicarles a quienes más te quitan. Mis lágrimas se han secado, pagué por mis pecados errados en el pasado pero mírame, aquí sentado tan endeble y vulnerable, callado mientras dejo que el diablo me hable.

Me confunde, su voz me aturde y me abandono, sólo si cierro mis ojos veo este trono que merezco pero no lo tengo, jamas pondré mi alma en venta, prefiero ser feliz don nadie a ser leyenda muerta.

Camino lento, y no tan atento aunque lo intento, no me mata el odio ni el lamento: sólo el tiempo que me arruga, como a un papel inservible, en mares, de irreversibles mares nado yo el impasible.

Niño sensible, el chico travieso y malo, fragil carne y hueso moldeada al palo, pero vivo para contarlo y relatarlo, y se que es tan fácil morir que tiemblo sólo de pensarlo.

Pero que mas da, mejor nada que esta odisea, y si existe un mas allá pues bienvenido sea, hoy estoy borroso y el cristal no está empañado, y es por que alguien se ha olvidado del príncipe destronado, que usa a muñecos rotos y pinta sus sueños rotos en un mundo roto, quebrado por la angustia de otros, es la historia silenciosa que a gritos fue castigada. Hoy miro entre mis manos y ¿qué encuentro?

Nada.

Todos tenemos una historia que debe ser contada, y guardamos un secreto del que nadie sabe nada, hablamos con la almohada pero no responde. La verdad está ahí fuera, sí, pero se esconde.

-Nach, en el Interludio de su Ars Magna-

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