Jueves, 12/05/2005 @ 12:34 PM
Noche de tormenta
Salió del Metro apurando las últimas páginas de su libro. Era tarde, pues había cogido -por poco- el
último tren, y la noche olía a tormenta.
Al subir las escaleras a la calle, un viento extraño, como venido de tierras lejanas, empezó a remover
el barrio, y emprendió el camino a su casa oliendo la humedad del ambiente. Unos pasos más alante, un
pinzamiento en el hombro le hizo volverse buscando a quién le hubiera llamado, y en ese momento se dió
cuenta de que nadie andaba por las calles. Ni coches, ni gente, ni un triste pájaro, gato o rata...
Tan sólo el llanto de las hojas de los árboles al ser arrancadas de sus ramas para rodar moribundas
junto a sus pies.
Siguó su camino sin apurar el paso, queriendo disfrutar de una noche que parecía augurar que nunca más
habría un amanecer, hasta llegar al fin a su portal, acompañado en todo momento tan sólo por el
vendaval, y buscando con la mirada algún indicio de vida en ese barrio que tan bien conocía como para
saber que debía haberse cruzado con alguien.
Se dió la vuelta con la puerta ya abierta, buscando luces en las casas de los vecinos, esperando ver
un coche, y con la extraña sensación de ser vigilado. Sacudió la cabeza, intentando desterrar la
paranoia en que se estaba sumiendo, y decidió subir de una vez a casa. El ascensor seguía estropeado
-maldito portero, ¿cuándo llamará a que lo arreglen, pensó- por lo que tuvo que subir los siete pisos
andando, como siempre hacía, a oscuras.
Cuando entró en casa, algo sofocado por subir tanto escalón, tuvo un pequeño escalofrío que le
recorrió toda la espalda. Súbitamente se volvió, y el grito que soltó al ver la cara de aquella vieja
desdentada y despeinada riendose en su cara murió ahogado en el "¡blam!" de la puerta cerrándose de
golpe, mientras en su cabeza resonaba...
"Así que querías experimentar el acojone, ¿eh?...."
-kali dixit, kali drinkit-
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