Miércoles, 20/09/2006 @ 12:11 PM

Los últimos días

En los últimos días la vida se había limitado a disfrutarla al máximo. Entre ambos había una especie de acuerdo no declarado de no hablar del tema, de ignorarlo, como si nunca fuera a suceder. Ambos sabíamos que llegaría finalmente el día, pero sencillamente no queríamos saberlo.

Durante ese tiempo olvidamos todo lo malo que había en el mundo. Reímos, andamos, nos fuimos lejos... Cualquier resquicio de pena se iba alejando como si nunca hubiera existido. Regalos, noches sin fin, sonrisas y el placer de compartir un tiempo sin complicaciones, sabiendo que todo iba a terminar, hicieron de aquellos momentos el mejor recuerdo de mi vida.

Los viajes, lejos, sin planificar, siempre me habían gustado. Pero a su lado aún parecían mejores. Perderse sin intención de encontrarse se convertía en nuestro juego favorito. Recorrer los caminos sin importar el destino ni los horarios nos daba alas y esa inigualable sensación de libertad absoluta, donde nada hay de malo.

Pero los dos sabíamos bien que un día, todo aquello acabaría. No me arrepiento de nada, y estoy seguro de que fue la mejor manera de esperar ese momento. Disfrutamos hasta el último minuto de todo lo que teníamos -o que no teníamos- y un día, de pronto, sin previo aviso, el momento de la despedida apareció.

Apareció, se materializó delante nuestro como por arte de magia, rápido, sigiloso, sin darnos tiempo a reaccionar. Todo fué sencillamente fugaz. En apenas unos minutos todo aquello que habían sido nuestros últimos días, desapareció.

Ella se fué, lentamente, sin mirar atrás. Yo me quedé allí de pie observándola partir, pensando inconscientemente que esa noche volveríamos a vernos al llegar a casa como siempre. Inconsciente por unos segundos de lo que estaba sucediendo: que se alejaba para no volver.

Todo volvió a pasar por mi mente y me alegré profundamente de que los últimos días hubieran sido así. Recordé a Meredith diciendo "Si éste fuera el último día de tu vida, ¿cómo te gustaría pasarlo?" y vi que había sido genial.

Pero en ese momento, cuando terminó de doblar la esquina y desapareció para siempre de mi vista, un nudo se hizo en mi garganta y no pude contener una lágrima...



... por la tristeza de ver a partir a mi Gata.

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