Martes, 26/12/2006 @ 04:33 PM
Música
He terminado de comer y aprovecho el rato que me queda libre por no haberme ido a casa para pasarme por el parque a
leer en algún banquito en que todavía caiga el sol. Llevo mi mp3 con un auricular roto y la música bajita apenas
audible, así que me zambullo en la historia de mi libro devorando páginas e ideas que refrescan mi mente.
El parque está bastante tranquilo, apenas un par de abuelos pasean a sus perros, y poco a poco va desapareciendo todo
más allá de las páginas. Pero de repente, no muy lejos del banco, empiezo a oir un ladrido nervioso que, antes de
verlo, adivino que pertenece a alguan variedad de perro patada. Se acerca a mi banco, pretendiendo amedrentar con su
ridículo guaguau, y en ese momento como por arte de magia, los auriculares se arreglan sólos y vuelven a escucharse
los dos lados, a todo volumen.
El ladrido del perro patada se esfuma entre notas y versos, una canción de Nach Scratch que se llama Odio y dice:
"... ¿No te das cuenta? Te odio a tí, hijo de perra..."
-kali dixit, kali drinkit-
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