Londres y las muelas
Londres y las muelas no tienen nada particular en común, salvo quizá que son dos cosas que me están causando unos dolores de cabeza terribles.
Hace unas semanas
Martuky me mandó una oferta de personal laboral Icex en la oficina
comercial de Londres. Técnicamente el curro no es gran cosa, mantenimiento de bases de datos en Access, SQL y poca cosa más. Pero es un contrato
indefinido de 31.000 euros (que dicen que en Londres viene a ser como 25.000 en Madrid, cosa que dudo), y ahora mismo en mi situación de no conseguir
curro ni a hostias, está bien, por no decir bastante bien.
Además hay un segundo aliciente, derivado de que mi hermano curra en Spanair, y es que tengo por ser hermano suyo descuentos de la releche en vuelos
de la compañía (y más adelante en compañías asociadas al grupo Star Alliance), por lo que volar a España (y por Europa) me saldría realmente barato.
El segundo dolor de cabeza nace algo más abajo, en las muelas de la parte derecha, donde la muela del juicio ha empezado a dar por saco. Por fin
entiendo por qué la llaman así, y es que sientes un dolor tan terrible que aprendes a temerlo tanto como al juicio final. Cuando un flechazo de dolor
atraviesa tu cabeza en dirección a lo más profundo del cerebelo como si se tratara de una aguja ardiendo al rojo vivo, empiezas a creer que tu vida
ha llegado a su final y que tu cabeza va a implosionar a causa de un dolor que no puedes localizar concretamente. En serio, nunca algo me había
dolido tanto, ni siquiera cuando me rompí la rodilla. Es un dolor que te hace desear desmayarte.
Por suerte es instantáneo como el Colacao Turbo y no se queda a vivir como los dolores estándares de muelas, pero despierta una seria sensación de
alarma en tu conciencia que te grita desesperado que es hora de visitar a ese dentista del que te hablaron. Aunque sea a costa de mendigar en las
calles para pagarlo.
Muelas aparte, el dolor de cabeza que me produce Londres viene porque a pesar de lo bonito que suena todo, hay una gran parte de mí que no quiere
desistir aún del experimento chino. Me abruma la idea de tener que dar marcha atrás, de dejar por imposible algo que tal vez no haya intentado con la
intensidad necesaria. Sea por una cosa o por otra, tengo la sensación de que si escojo Londres me llevaré conmigo una pesada carga en forma de
decepción, de sensación de no ser capaz de ser constante en mis proyectos.
Por otro lado, si escojo seguir aquí, tal vez siga todo igual y cuando en noviembre el paro deje de pagarme tendré que volver a Madrid a casa de mi
madre con la cabeza aún más gacha, y con la sensación de haber perdido las oportunidades que tuve. Después de todo, es una ocasión genial de ir a
vivir a Londres.
Había pensado en convertir este post en otra farlopa bajo el título "¿Qué harías tú?", pero a decir verdad resulta intrascendente cuando la verdadera
pregunta es:
¿Qué haré yo?