Jueves, 17/01/2008 @ 06:45 PM
Detrás de todos
Una vez más he vuelto a Madrid. Una vez más fugaz, y una vez más sin avisar a la gente. Esta vez el factor "sin avisar" tenía más de ganas de
sorprender que de ganas de evitar.
Y una vez más he vuelto a Shanghai con esta sensación agridulce en los labios.
Por alguna razón el recuento final viene a ser que la gran mayoría de la gente espera de mí que tenga tiempo para ellos, sin darse cuenta de que
"ellos" pueden ser un gran número de "ellos", y cuando solapar a todos esos "ellos" en sesiones individuales de "nos vemos un rato" que por lo general
incluyen la cláusula del "vente por donde a mí me viene bien" se convierte en un puzzle difícil de encajar, es inevitable que los imprevistos, las
desorganizaciones y los retrasos en los planes se amontonen.
Tengo una bien cosechada fama de tardón, de llegar tarde a todos lados. Siempre he sido así y encuentro francamente difícil un cambio radical en ese
aspecto de mi vida. Pero de un tiempo a esta parte ese hecho conocido por todos mis colegas se ha empezado a convertir en un factor de riesgo cuando
no de confrontación sistemática. Y eso es un handicap horrible a la hora de conciliar los puzzles "nosvemosunrato" antes mencionados.
El efecto final de todo esto, invisible para la mayoría de los "ellos", es que raramente consigo tiempo para verlos a todos en las condiciones que
necesitan. Gente que se siente insociable, gente que opina que una hora de metro es demasiado esfuerzo... el cóctel se va mezclando y cogiendo su
color.
Añadamos a nuestro combinado ese regusto amargo rencoroso de la gente que se siente dolida por mi costumbre de llegar tarde a todos lados. El sabor
de esta copa será al final muy diferente dependiendo de quién la pruebe.
Para la mayoría de los "ellos", se afianza ese sabor ponzoñoso de que me importa un carajo lo que los demás tengan que hacer, y de que me tomo su
tiempo a la torera, o incluso que dispongo de él a mi antojo y real voluntad.
Para mí, en cambio, el sabor de fondo de mi vaso, el último en servir como mandan los cánones de hospitalidad, lleva consigo la sensación de andar
siempre a caballo de la gente, siempre persiguiéndolos, pretendiendo quedar lo mejor posible con todos y darme al máximo para cumplir con sus
espectativas, y un cierto regusto a egoísmo inconsciente de aquellos que no se han parado a ponerse en mi situación, tal vez por que sea muy
complicado, o quizás porque años de esperarme han minado su paciencia hasta límites insospechados.
Por una razón o por otra, vuelvo a Shanghai con esta pena en el corazón, con el daño de sentirme incomprendido, con la amargura de no saber si la
próxima vez tendré ganas de ir de vuelta, porque aquellos "ellos" que eran el mayor aliciente para volver a España, se han llegado a convertir en
curiosos desconocidos.
¿Dónde están mis amigos?
-kali dixit, kali drinkit-
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