Sábado, 11/07/2009 @ 11:59 AM
Como un pulpo en un garaje
De toda la vida, cuando escuchaba el dicho de "como un pulpo en un
garaje", me imaginaba no el típico pulpito que te comes a la
gallega, sino más bien aquél de las novelas de Julio
Verne, un monstruo de varios cientos de metros de largo, tratando de
ponerse en pie en un garaje lleno de herramientas y cacharros
metálicos almacenados en estanterías, donde además
el garaje estuviera lleno de agua sólo hasta la mitad. El pobre
pulpo no podía apenas ni respirar en el hipotético caso de
que consiguiera levantarse, y en sus vanos y torpes intentos por
encontrar algo a lo que poder sujetarse, todos los cacharros y todas las
estanterías se venían abajo en un jaleo impropio de algo
que se encuentra sumergido. También estaba, cómo no, el
pobre coche que naturalmente duerme en el garaje. Aplastado y retorcido
debajo del peso de semejante bicho, contribuía sustancialmente al
desagradable concierto de ruido que llamaba la atención.
Sin embargo, el verdadero protagonista era el pulpo. Ese bicho enorme y
patoso que sólo atrae la atención para sentir una mezcla
de piedad hacia él por lo difícil de su situación,
y de odio por perturbar la paz de todos los observadores, que tratan de
dedicarse a sus garajiles actividades sin la molestia de tan estruendoso
inquilino. La gente lo mira con desprecio y con una gotita de
lástima, que se convierte si cabe en un poco más de
desprecio, y todos coinciden en que lo mejor que puede pasarle al bicho
es que se muera y se calle de una vez, o que alguien tire de uno de sus
tentáculos y se lo lleve de allí corriendo.
Hay veces en la vida, demasiadas últimamente, en que me siento
exáctamente como ese Vernesiano ser. Estar sentado en una terraza
pija de la Castellana, entrar en tiendas de ropa donde nada de lo que
me gusta está bien, tomar unas cervezas rodeado de gente que
tiene resuelta su vida, intentar ligarte a una chica que de repente
está jugando la promoción de ascenso a la siguiente
división...
Demasiado frecuentemente me siento como ese pulpo, intentando en vano
sujetarme a algún sitio, con la sensación de que si me
quedo panza arriba mirando al techo del garaje, antes o después
aparecerá un cuchillo de carnicero dispuesto a hacerme rodajitas
para servirme en un plato gigante de madera con patatas y
azafrán. Y me pongo más nervioso y al intentar zafarme
sólo consigo ahogarme más.
Ojalá alguien tire de uno de mis tentáculos y me saque de
aquí, corriendo, buceando hasta los rincones más oscuros
del fondo de algun abismo marino, donde ni siquiera la luz del sol pueda
reflejar mi cara y mi cuerpo, y pueda vivir un tiempo escondido y
alejado de todo.
Quiero volver a casa.
-kali dixit, kali drinkit-
|
[enlace permanente]
| Categoria:
general