Viernes, 26/02/2010 @ 06:59 AM
Los límites
Cuando en el instituto estudiábamos en matemáticas la teoría de límites,
siempre me resultaba gracioso aquel retintín a la hora de preguntar
hacia qué límite tendía la función de turno. Como en casi todo en
matemáticas era un auténtico zote, y se me daban fatal, pero siempre me
gustaba el hecho de que todo tendiera al infinito. A fin de cuentas,
¿para qué nos servían los límites? Así que me acostumbré a sólo saber
resolver el caso de límites que tendían al infinito (seguramente por
aquello de no tener que calcular logaritmos y demás polladas).
El caso es que sea por eso o por otra cosa, en la vida real me he ido
dando cuenta con el tiempo que a menudo no sé dónde están los límites de
las cosas. Y generalmente tiendo a ponerlos, como para evitar el cálculo
logarítimico, en el infinito. Básicamente me despreocupo de cuales
puedan ser las consecuencias de las cosas, y asumo que las que tengan
que ser serán, y punto.
Pero un día alguien te dice algo equivocado y entonces te das cuenta de
que esa forma de jugar a la vida que tienes, simplemente no vale para el
resto de los jugadores. Que la gran mayoría de ellos sí han hecho sus
cálculos neperianos y saben dónde están sus límites. Y no sólo lo saben,
sino que están dispuestos a defenderlos con uñas y dientes. Y que no
respetarlos les hace daño.
¿Cuántas veces habré roto la baraja de este peculiar juego por no
pararme a calcular hacia dónde tendía el límite de cada situación?
-kali dixit, kali drinkit-
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