Correr
Correr.
Correr sin descanso, correr sin destino, pero sin dejar de
correr.
Correr en un suelo embarrado. Correr con los cordones de los
zapatos atados entre si. Correr con cadenas, con lastres. Correr
contra el viento y la tormenta. Correr sin descanso pero sin
fuerzas.
Correr a pasitos minúsculos, con pausas para respirar, con vueltas
atrás. Correr con miedo. Correr con pánico.
Querer correr. Soñar con volar. Alzar el vuelo y golpear de nuevo
contra el suelo unos cuantos cientos de metros más atrás que donde
empezaste. Correr sin saber por qué. Correr porque no puedes
caminar. Correr porque cuánto más queda en este cuento. Correr con
miedo. Correr por miedo.
Cada día es una batalla más en la sombra, en el silencio, en el
dolor de sentirse equivocada y errónea. Cada día es otra batería de
preguntas nuevas sin respuesta. Cada día es otra espera
desesperante hacia ese momento teórico en que hablarás con tal o
cual persona, esa cita de la que no quieres hablar en voz
alta.
Cada día son nuevos interrogantes, cuantas más preguntas que
respuestas, cuantas más dudas que ideas.
Cada día son sueños nuevos, tornados en pesadillas al sentirlos tan
lejanos e idealizados que nunca parezcan venir al mundo real. Cada
día sin saber hacia dónde andar, hacia dónde correr.
Y así pasan los días. ¡Y cómo pasa el tiempo, que de pronto son
años, sin pasar tú por mí, detenida!
Yo no tengo una canción para darme. No tengo una solución para
darme. No tengo un empujón ni unas palabras de ánimo, porque no sé
si este camino lleva a ningún lugar. El miedo me aterra y tan a
menudo me siento pequeña y de nuevo aterrada y escondida, hasta que
me doy cuenta de que estoy así y entonces salto de nuevo a
correr.
A correr sin descanso. A correr sin destino. Pero sin dejar de
correr.
-Yo mismo, en otro blog, con pequeñas
modificaciones-