Pues aunque lo parece, no estoy muerto. Muerto estuvo mi servidor
(para quien no lo sabe) y hasta hace bien poco no ha vuelto al
100%.
Por medio muchas, muchas cosas. Muchos parásitos, alguno -como el
actual- express, y también un viaje a Hong-Kong. Un embargo de 900
euros del ayuntamiento y la vista a muy corto plazo de jodiendas de
pasta como hace mucho tiempo que no estaba.
Así que si reuno las ganas y el tiempo necesarios, pondré por aquí
alguna de las cosas pendientes, como fotos de HK o un par de
pensamientos que tengo en papel.
Desde hace un tiempo tengo gatos en acogida en mi casa. Últimamente
me duran muy poco, porque en seguida los adoptan, y en el último
mes por mi salón han correteado 5 gatos distintos.
Desde siempre me había parecido mal ciertas cosas de las
protectoras, llenas de gente que abanderan el respeto a los
animales y los mejores cuidados (a veces muy por encima del trato
que ofrecen a los seres humanos), y que defienden a capa y espada
la esterilización de los animales domésticos.
Desde mi punto de vista, alguien que defiende la esterilización
como solución a la superpoblación de gatos, no debería verse tan
sorprendido ante ideas tan "descabelladas" como aplicar el mismo
principio para controlar la población y el hambre y pobreza en
China (por ejemplo).
Pero no sólo eso, sino que aquellos defensores de la dignidad
animal hablan con pasmosa facilidad sobre otorgar la vida y la
muerte a las mascotas, con la excusa de evitarles el sufrimiento
asumen el papel de pequeños dioses encargados de decidir cuándo y
cómo acabar con la vida de un animal, aquellos a quienes aman por
encima de todas las cosas, tanto hasta el punto de considerar
normal el matarlos.
Y yo vuelvo a extrapolarlo y a preguntarme, ¿por qué esas mismas
personas no defienden a capa y espada la eutanasia? ¿Cómo pueden
hablar impunemente de acabar con la vida de un animal mientras
rechazan de plano la decisión libre de una persona a terminar con
la suya propia?
Cuanto más trato con humanos y animales, más me pregunto quién es
más animal...
De repente me he dado cuenta de que en los últimos 3 años he vivido
en 5 casas diferentes: Moratalaz-Marroquina, Madre,
Moratalaz-Encomienda, Silvia y Anyuan.
Creo que eso explica por qué me resulta tan difícil sentirme "en
casa"...
Ayer apareció ese acrónimo en mi cabeza, mientras volvía del
aereopuerto de Hongqiao (léase "jongchiao") de un viaje de 3 días
por Mongolia Interior (léase "mongolia interior").
Siendo un poco friki se sabe lo que significa el acrónimo, y siendo
sólo un poco más friki se conoce su significado más común en las
charlas no informáticas.
El caso es que hoy sigue sin desaparecer de mi cabeza.
"No sé qué pasa que Shanghai ya no me gusta tanto como antes"
Ese pensamiento (que no es mío) debe estar compartido por mucha más
gente de la que podía imaginar. De repente todo el mundo se va de
aquí, algunos ya mismo, otros cuando termine el año o sus becas en
enero o febrero.
El viernes pasado mi servidor murió. Literalmente. El disco de
sistema se fué a tomar por culo de manera irrecuperable. Por esa
razón todo en mis webs y mi correo ha estado fuera de servicio
durante una semana.
Afortunadamente, el disco de datos sobrevivió al casque, y entre
los datos se encontraban todos los perfiles de usuario, todos los
enlatados, las bases de datos (incluída la del foro) y los
directorios de las webs.
Aún así recuperarlo todo no ha sido fácil. El Martes Javi pudo
instalar una Debian a pelo en el servidor en un disco nuevo, y
dejarme abierto el acceso para entrar en remoto desde china y
reconfigurar todo. Horas y horas de recuperar configuraciones de
web, reinstalar software (y de paso actualizado y mejorado),
retocar configuraciones, bases de datos, permisos de acceso,
cuentas de usuario... uf... vaya jaleo.
Al final, después de casi una semana, desde ayer doy por terminada
la reparación, y parece que todo vuelve a estar en su sitio. Aún
está todo un poco en pruebas, pero poco a poco las aguas vuelven a
su cauce y todo queda en ¿orden?
Hace dos días me enteré de rebote de la muerte del jugador del
Sevilla, un tal Puerta. Una desgracia, un pobre chaval, etc.
Pero a mí que me perdonen, durante estos dos días no hago más que
leer y oir noticias, escritos y blogs diciendo que si pobre chaval,
que si vaya desgracia y que si bla bla bla.
Y digo que me perdonen porque al final me da rabia, de da una rabia
y un asco tremendo que tanta gente se "solidarice" con el "pobre
chaval", que por supuesto que lo es y por supuesto que es una
desgracia, pero parece que por el mero hecho de ser una figura del
fútbol, se convierta en un hecho reseñable.
Ojalá toda esa gente que se dedica a escribir líneas y líneas de
condolencia como si conocieran a la familia de toda la vida, se
acuerden también de la cantidad de niños palestinos (no de 20, sino
de 8 años) que mueren cada día en Gaza por un disparo de un militar
israelí cuando jugaban al fútbol con un montón de trapos enrollados
(porque allí no pueden comprar un balón de adidas)
Ojalá que recuerden también a las pobres, miles de familias
condenadas a la miseria desde que sus maridos murieron en las minas
inundadas del sur de China.
Ojalá que se acuerden, para qué irnos tan lejos, del mendigo de su
barrio que no será capaz de sobrevivir al próximo invierno, o de
los cientos de víctimas de accidentes de tráfico, muchos de ellos
igual de jóvenes que el tal Puerta.
Pero Puerta, ese chaval que veían algunos en el campo o en la tele,
o incluso ni eso: ese que tal vez sólo era el nombre de un
muñequito en el último Fifa '07 de nuestra flamante Play Station,
ese chaval que ha tenido una vida envidiable colmada de éxitos, de
repente es como el primo de todos aunque nadie le conociera en
persona, y todos se lamentan, oh pobrecito, por su desgracia.
Y es que la vida está tan llena de hipocresía barata, que cada vez
que nos lamentamos por la muerte de un famoso anónimo me entran
náuseas.
Y ahora, ahí a la derecha tenéis un maravilloso libro de visitas
para ponerme a caldo por radical.
Hay ocasiones en que no hay nada en especial que contar, en que la
única respuesta al típico "¿Qué tal?" es un "Bien" tan anodino como
vacío, carente de todo significado de la misma forma que lo es tu
sensación par con la vida y lo que te rodea.
En esas situaciones sientes como si el fluir de la vida símplemente
te arrastrase en su curso, puede ser más suave o más violentamente,
pero siempre con esa sensación de ser llevado (que no arrastrado)
por las cosas, por las circunstancias, en definitiva, por la
vida.
Reconozco que de cuando en cuando esa sensación es cómoda e incluso
agradable, dejarse llevar por la corriente del río sin preocuparse
-para variar- de por dónde tirar o hacia dónde remar. Pero por muy
cómodo que pueda uno sentirse, siempre sabes que llegará un momento
en que la sensación te superará, en el que necesitarás saltar del
tren para, aunque sólo sea un rato, pararte a pensar sobre lo que
quieres, y sobre cómo conseguirlo.
Entre que ese momento llega, la calma chicha que precede a las
tormentas te invita a, sin más, seguir respirando. Como para
enseñarte que, a fin de cuentas, lo más importante no es un sueño,
sino la capacidad de soñar.
Llevamos dos días en los que el cielo de esta ciudad es azul. No
debería ser una noticia, pero el caso es que lo es, porque
normalmente la contaminación no deja ver el azul del cielo,
normalmente el cielo de Shanghai es gris, y no necesariamente por
que llueva (ya que en esos casos suele ser negro).
A veces es increíble como algo tan tonto como un color, visto desde
la ventana mientras te duchas, puede alegrarte el día. O los
días.
Llevo toda mi vida oyendo a gente decir una frase que ni siquiera
ellos mismos se paran a pensar (o eso creo): "Esta es la persona
con la que quiero compartir mi vida".
Y creo que no lo piensan, o que al menos no tienen claro el
concepto de compartir. Por supuesto no puedo generalizar, pero es
tanta la gente que he visto así, que no puedo evitar pensar que
casi todo el mundo peca de lo mismo. Supongo que yo mismo lo he
hecho en alguna ocasión.
El caso es que esa gente termina cambiando el "compartir con" por
un "apoderarse de".
Ahora mismo no me salen las palabras para ahondar en este tema,
pero es bien cierto que a menudo confundimos esos términos y
perdemos el norte de lo que "compartir" significa. Por que nunca
debemos olvidar que compartir, ante todo, implica no cambiar lo que
hacen los demás, sino ser parte de ello, ser un plus, nunca una
limitación.
Querer es algo que todos hacemos, en mayor o menor medida, en algún
momento de nuestra vida. De hecho, por lo general, nos empeñamos en
querer aquello que no podemos tener.
Algunos, sin embargo, deciden luchar por lo que quieren. No importa
si lo que quieren es más o menos posible, si lo que quieren parece
tener algún sentido. O si existen posibilidades de
conseguirlo.
El caso es que cuando alguien quiere algo, por lo general, si ve
que no puede conseguirlo, se empeña en demostrar al mundo entero
que ya no lo quiere. Aunque en realidad tal vez sea a sí mismo al
único que quiere convencer.
Ojalá todo el mundo se empeñase en lo que quiere, o sencillamente
se mantuviera en la misma posición. ¿Que no puedo tenerlo? Bueno,
eso no significa que deje de quererlo. Estoy convencido que sólo
con eso la mayoría terminaría consiguiendo aquello que
quiere.
Vuelo sobre Siberia, todos duermen nmenos yo. Mis ojos llevan ya
mucho tiempo acostumbrados a la falta de luz, y por eso un leve
destello en una ventanilla llama mi atención.
Busco un sitio donde poder asomarme, navegando sobre un mar de
cabezas inclinadas y roncantes, hasta que por fin logro encontrar
por donde mirar afuera.
A lo lejos se distinguen las primeras cumbres del Himalaya. Estamos
volando por una ruta poco común para evitar una zona de tormentas,
pero el caso es que bajo nuestro avión todo parece sumido en una
preciosa calma. Algunos puntitos muy dispersos de luz sugieren
pueblos que se me antojan desesperadamente lejanos del resto de la
civilización. Tal vez un buen lugar para perderse.
La noche es clara y apenas se ven unas pocas nubes agrupadas en
pequeños montoncitos parecidos a las manchas de harina que inundan
la cocina de un panadero.
Y todo allí abajo se ve tan fácil porque una luna llena enorme
corona toda la escena, con su cara tumbada de irse a dormir,
mirándome directamente a los ojos, saludándome en silencio,
guiñándome un ojo y mandándome besos de encargo.
Me quedo mirándola y me lleva a lugares lejanos, a los millones de
ojos que la han mirado esta noche pidiéndole que envíe sus
mensajes. Hasta que encuentro el mío, hasta que encuentro esos
ojos.
Sonreir, es más fácil de decir que de hacer. Al menos esa sonrisa
que necesito. Las sonrisas de papel nunca fueron lo mío, y ni me
interesan ni me funcionan.
Llevo ya horas de mi viaje, y me cuesta sonreir. Lo intento, juro
que lo intento.
decepción. (Del lat. decept.o, -.nis).
1. f. Pesar causado por un desengaño.
Y a su vez...
desengaño.
1. m. Conocimiento de la verdad, con que se sale del engaño o error
en que se estaba.
2. m. Efecto de ese conocimiento en el ánimo.
...
Vine a Madrid buscando algo muy concreto. Y me llevo una decepción,
un peso horrible en el alma. Cuando he necesitado al lado a la
gente, ha demostrado que yo estaba en un error por considerar que
esa gente era de una forma.
Vine buscando a mi gente, aquello que más echaba de menos en
Shanghai. Ahora me vuelvo con menos ganas de volver a España, con
menos alicientes por regresar a mi ¿hogar?. Ahora sé seguro que el
día en que Shanghai se termine, España no será el lugar
elegido.
Vine buscando a mis amigos y me llevo el vacío de descubrir que
aquellos que creía mis amigos no me consideran como tal. Ya me pasó
con uno la última vez. En esta ocasión se suman otros tres.
Hoy las lágrimas que escocían como si fueran de sangre no paraban
de brotar de mis ojos. Hoy necesité un hombro, y no lo tuve.
Gracias sin embargo a Javi, Amatar, Germán, y sobre todo a Rafwer
por estar ahí.
Y gracias a mi luna por mirarme sonriente desde el cielo mandándome
besos para que duerma en paz...
Una tarde cualquiera. Trabajo en el portátil. La tele haciendo
ruido de fondo para romper la sensación de soledad. Un bol de
patatas fritas y una cocacola como única compañía.
Una llamada inesperada. Conversación de barcos. Propuesta para la
noche, nada concreto, dar una vuelta y ver qué hacemos. Dudas.
Temores, a la indiferencia o a la diferencia, nunca se sabe a qué
más. Cita.
Seguir currando. Padres dando la brasa con temas intrascendentes.
Grisom y Warrick en la tele. El trabajo que no se termina. Hora de
la cita. Tarde para variar. Llamada para avisar.
Más tarde. Más brasa. No más llamadas para avisar. Al final, prisa.
Mensaje de camino al coche: "¿Dónde estás, tronco?".
Llego al portal. Todo distinto, todo igual. Baja. Todo distinto,
todo igual. Sonrisas que esconden dudas, temores. Tensión enterrada
bajo la intención de hacer de ésto algo normal después de todo. Más
charla de barcos.
Risas que desvanecen la tensión. Visitas a cajeros e historias
sobre China. Cena en un mejicano. Exceso de nachos y de guacamole.
Más risas, más distensión.
Y los temores desaparecen.
Por un instante de duración indeterminable, algo en el mundo
cambia. Planos astrales que giran sobre sí mismos alterando la
realidad y revolviendo el universo. El mejicano da paso al Café
Madrid y sus mojitos. Una versión del "Fly me to the moon" detiene
todo y me transporta lejos, muy lejos.
Más horas de hablar (¿o fueron minutos?) y el universo sigue
cambiando alrededor. Durante un tiempo que se perdió en las
entrañas del mismo tiempo dos almas vuelven a tocarse, recuerdan
que una vez fueron gemelas, se acercan y comparten sus secretos,
sus miedos, sus esperanzas. Un brillo en los ojos que no veía desde
hace mucho.
Y de la misma manera en que vino, poco a poco desaparece, de la
misma manera que los sueños se desvanecen. Todo se reduce a un
recuerdo. Se diluye en el pasado limpiamente, sin dejar heridas ni
dolor, pero con la certeza de que este destello era un último
adiós.
Acompaño a casa. Charlas que se van transformando de nuevo en
intrascendentes. Sueño. Me voy a dormir. Abrazos fríos. Pequeña.
Mensaje de despedida. Vacío. Inútil. Encogimiento de hombros. Dos
besos. Fríos. Vuelta al coche. Sin mirada atrás. Sin mirada
atrás.
En nuestro mundo no sabemos vivir sin nombres. Desde el día en que
nacemos necesitamos asignarnos un nombre como seña de identidad,
como relación unívoca de nuestra persona con algo que, sin
definirnos en absoluto, nos va a identificar durante el resto de
nuestras vidas.
Unas vidas durante las que necesitaremos los nombres para
comunicarnos, para entender todo aquello que nos rodea, todo
aquello con lo que podemos interactuar en mayor o menor
medida.
Después, en un momento dado, por alguna razón que desconozco,
aparece el miedo a los nombres. De repente nos parece como si una
situación, sólo por llamarla de otra manera, dejara de ser tal
situación. Casi sarcásticamente las cosas se convierten en
políticamente incorrectas sólo por nombrarlas de forma diferente, o
los conceptos que siempre han existido se transforman en actuales
por arte de magia al darles nombres nuevos (en su mayoría
convertidos del inglés o inventados con finales en "-ing").
Así sucede que ya nadie sale a correr a la calle mientras el
Decathlon se forra vendiendo productos para el jogging (o el
footing, que es peor). O aquellas reuniones que tenían los
empresarios han quedado desbancadas por los "meeting", que son
mucho más productivos. Claro que es normal, ya que ahora son MBA's
y no empresarios.
Pero la cosa no se reduce a detalles pejigueros sobre el idioma. En
un montón de ocasiones en nuestra lengua natal podemos ver los
mismos asuntos, casi siempre motivados por lo que resulte más
políticamente correcto. Por ello los negros son ahora gente de
color, los asilos residencias, y un montón más de excusas -que es
al fin y al cabo todo el barullo- para no llamar a las cosas por su
nombre.
Por alguna razón en mitad de todo el proceso de necesitar nombres
para referirnos a las cosas, nos negamos a utilizar aquellos de los
que disponemos, como si sólo por usar otros la cosa cambiara.
Al final, todo son excusas. Porque en el fondo, por mucho que
queramos mirar a otro lado y negarnos a llamar a las cosas por su
nombre, sabemos que lo son. Y cuanto más nos obcecamos en no
llamarlo de esa forma, más se convierte en eso mismo.
Sólo que al final esa manía por negarlo se volverá en nuestra
contra.
En Chino los nombres de los paises resultan de lo más curioso. Debo
decir que nunca me ha gustado que en un idioma se cambie el nombre
de un país, de la misma forma que no me gusta que me llamen de otra
forma sólo porque en el idioma de mi interlocutor haya un nombre
parecido al mío.
El caso es que aquí la mitad de los países se llaman, literalmente,
país (guo). Así se forman nombres tan pintorescos como Zhonguo
(China, o país del medio), o Meiguo (Estados Unidos, que váyase
usted a saber por qué, se denomina literalmente "país
bonito").
Otros, sin embargo, reciben el nombre que más se parezca al
original pronunciándolo en chino. Ejemplos de este porte resultan
Aodaliya (Australia) o la que da título a este post, Xibanya
(España). Conviene hacer incapié en que las "b" se pronuncian casi
como "p", por lo que ibanya se pronuncia prácticamente
"sipanya".
Y toda esta parafernalia psicotrópico-lingüística sólo viene a
cuento de que, el próximo día 21 voy a España de nuevo, una
semanita, para sellar un papel que permita que todos los
españolitos continuéis invirtiendo en mi estancia en Shanghai.
Gracias de corazón a todos :)
There's blood in my mouth 'cause I've been biting my tongue
all week
I keep on talkin' trash but I never say anything
And the talkin' leads to touchin'
and the touchin' leads to sex
and then there is no mystery left
And It's bad news
Baby I'm bad news
I'm just bad news, bad news, bad news
I know I'm alone if I'm with or without you
but just bein' around you offers me another form of relief
When the loneliness leads to bad dreams
and the bad dreams lead me to callin' you
and I call you and say "C'MERE!"
And it's bad news
Baby I'm bad news
I'm just bad news, bad news, bad news
And it's bad news
Baby it's bad news
It's just bad news, bad news, bad news
'Cause you're just damage control
for a walking corpse like me - like you
'Cause we'll all be
Portions for foxes
Yeah we'll all be
Portions for foxes
There's a pretty young thing in front of you
and she's real pretty and she's real into you
and then she's sleepin' inside of you
and the talkin' leads to touchin'
then touchin' leads to sex
and then there is no mystery left
And it's bad news
I don't blame you
I do the same thing
I get lonely too
And you're bad news
My friends tell me to leave you
That you're bad news, bad news, bad news
That you're bad news
Baby you're bad news
and you're bad news
Baby you're bad news
and you're bad news
I don't care I like you
and you're bad news
I don't care I like you
I like you
-Rilo Kiley, "Portions for foxes". Sacada de la
BSO de Anatomía de Gray y puesta aquí por variar de la
gramola-
Es curioso como en apenas unos días puede cambiar de arriba a abajo
el mundo que te rodea. Este fin de semana me han dicho que los 3
gatos que tengo en acogida los van a adoptar, así que me quedan 2
semanas con ellos. Además parece que he conseguido un curro, ahora
falta saber si da para vivir, es de traductor técnico de inglés a
español, como es en plan freelance dependerá de mi capacidad de
currar en casa, aunque necesito urgentemente poner internet o me
moriré con el aire acondicionado del Moon River (el garito donde
vengo a conectarme, que para 10 minutos vale pero para más de 1
hora te mata de frío)
Todo gira muy deprisa, en apenas un fin de semana todos los
planteamientos pueden cambiar por completo, hacerte incluso romper
promesas o intenciones, y como dice una amiga mía, al final todo se
reduce a excusas. A las excusas que nos damos para llamar a las
cosas de una u otra manera, a las excusas que nos ponemos a
nosotros mismos para hacer o dejar de hacer.
Excusas para no pensar en el pasado, para eludir un recuerdo o para
encerrarte en él.
O incluso, excusas para no querer estar con alguien.
Celos. Siempre me ha hecho gracia esa palabra. Siempre me imagino a
la persona con celos como un muñequito peleando por escaparse
desesperadamente de una bola de papel celo que lo envuelve. ¿Por
qué se llaman celos? ¿Por qué el papel celo se llama igual? Creo
que podría hacer una Farlopa(tm) con ésto.
Recuerdo la primera vez que sentí celos en mi vida. Estaba con Bea
y aquello era de lo más normal en nuestra vida. Recuerdo aquella
sensación como si fuera algo habitual, lo normal, lo suyo de una
relación. Como si no pudiera existir una cosa sin la otra.
Recuerdo como aquello se volvió contra mí en aquél mismo momento.
De pronto lo que valía por un lado no valía por el otro, sus celos
eran normales y los míos totalmente infundados a la par que
molestos.
Molestos. Creo que es un adjetivo que se queda muy corto.
Recuerdo también la vez que peor lo pasé por celos. No fue la vez
en que más fuertes fueron los celos, más bien fue la vez que peor
lo pasé por las personas que implicaba. Mi novia en aquel momento y
uno de mis mejores amigos. Mamen y Rafwer. Dos personas a las que
quiero mogollón, y de repente no podía verlos juntos. Era
ridículo.
En aquella ocasión sentí cómo todo mi estómago se daba la vuelta
dentro de mí, mezcla del asco y los nervios. Asco por mí mismo,
porque lo peor de aquella situación era ser consciente en el fondo
de lo ridículo de la misma. La lucha interna entre el subconsciente
celoso y el subconsciente racional. Las hostias entre los
sentimientos y el amor hacia esas dos personas. El odio a mí mismo
por sentir aquello.
Pero recuerdo también que por más que lo intentaba no podía
evitarlo. Era como si un lago se desbordara dentro de mí y por más
que quisiera contenerlo no había manera. Ningún dique de contención
era suficiente, ningún ejercicio de autocontrol valía. Y eso sólo
hacía que me diera más asco a mí mismo.
De aquello no me queda el recuerdo del miedo a perder a mi novia,
ni la rabia por las sospechas que en algún momento pudieran parecer
fundadas. De aquello sólo queda el asco por mí mismo, la rabia por
no poder controlarlo, por ser algo que he odiado siempre y que de
repente me superaba. La impotencia por esa superación.
Recuerdo la última vez que sentí celos. La misma lucha interna
entre lo que mi cabeza me decía y mis intestinos me decían. La
misma sensación de asco constante, la misma búsqueda en todo
segundo de algo a lo que dedicar mi atención para no tener que
odiarme a mí mismo. La espiral de asco que iba creciendo a cada
segundo que mis tripas se revolvían pensando en esa
sensación.
Quisiera creer que es algo que puedo controlar. Quisiera poder
controlarlo, evitarlo, ponerme una vacuna que me haga no ser
imbécil, que evite ese revuelto de tripas que hace que todo mi ser
se revuelva contra sí mismo. Quisiera poder tumbarme y mirar las
nubes en un cielo azul, respirar tranquilo y saber -como sé- que no
pasa nada, tener presente lo que importa, dejar volar al infinito
ese miedo que genera asco.
Esa última vez los controlé bastante. En comparación con otras,
claro. Pero no lo suficiente. El asco siguió allí. El odio por mí
mismo también. El miedo a estropearlo todo por esos celos: ese es
otro grano que colmaba un saco ya desbordado. El asco y el miedo,
mezclados en una dosis mortal.
La próxima vez prometo envolverme a mí mismo en una bola gigante de
papel celo y lanzarme rodando cuesta abajo por alguna calle,
rebotando entre los coches, las paredes, las bicis. Espero que así
desaparezca esa sensación de estar apunto de vomitar.
A veces me siento como un fantasma, transparente, como si la luz
pudiera verse a través de mi cuerpo convirtiéndome en una nube
etérea de algo que no se sabe muy bien si está o no ahí.
La gente no me habla, le pregunta a otros por mí o no se atreve a
preguntar directamente si tiene una duda. Le cuentan a otros sus
problemas conmigo cuando los tienen, me ignoran deliberadamente a
la hora de enviar invitaciones a eventos, y lo que peor llevo, me
otorgan en lás absoluto silencio por respuesta cuando digo,
propongo o pregunto algo.
¿Por qué? ¿Qué hace que la gente no se digne a darme una pregunta o
una respuesta? ¿Acaso ahora les doy miedo? ¿Acaso represento un
peligro? ¿O tal vez soy sencillamente ignorable como si de un
insecto se tratase?
¿Qué hace que un amigo de la infancia demuestre haber perdido la
confianza hasta el punto de contarle a otros sus problemas
contigo?
¿Qué provoca que la gente que me pide una propuesta me devuelva la
callada cuando se la envío?
¿Qué puedo haberle hecho yo a una persona que apenas me conoce de
vista para ser el único español excluído de sus invitaciones?
¿Qué hostias le pasa al mundo conmigo de repente?
No me consuela comprobar que no soy el único cuando un colega me
pregunta a mi lo que debería preguntarle a su ex. No entiendo por
qué la gente se vuelve tan imbécil como para terminar siendo
incapaz de preguntar las cosas a quien deben.
¿Cómo estás? Todo el mundo me pregunta eso últimamente, incluso mi
madre por teléfono lo hace con un tono de duda cuando hablamos de
barcos. Y siempre, invariable, la misma respuesta automatizada para
que suene convincente, para que no quede resquicio alguno de duda
sobre la veracidad: "la pasta, cosas de la pasta".
Siempre la pasta. Ignoro si es así en todo este país "comunista" o
si sólo es en esta ciudad. En realidad supongo que es así en todo
el mundo. Sólo la pasta mueve las cosas, incluso los ideales.
No sé qué responder concretamente a ese "ni hao ma", y no es
cuestión de barrera idiomática. Es sencillamente que no tengo una
respuesta correcta.
Tengo desde hace tiempo una sensación que crece en mi interior, que
se despertó un día al salir de mi casa, cuando una pregunta surgió
de mi cabeza: "¿Qué hago yo aquí?".
Me come una sensación feísima de dejadez, los planes de la gente
(más bien la propia gente, en realidad) no me atraen, y me siento
incapaz de mantener conversaciones de más de 10 minutos y que no
sean de barcos, de lo difícil que es conseguir curro en esta
ciudad, o en el mejor de los casos, de mis gatos. De repente tengo
menos habilidades sociales que un oso panda.
Y todo esto se acaba convirtiendo en desidia, desánimo, desgana y
otra serie de cosas que, empezando por "des", no pueden significar
nada bueno.
Hace cosa de un mes me dió por pensar que la comodidad me incomoda,
que cada vez que llego a algún punto, a alguna de las "metas
volantes" que me he ido fijando en la vida, todo me empieza a
cansar, a agobiar, a perder repentínamente el sentido que alguna
vez tuvo.
El caso es que por una cosa o por otra, sea la falta de curro o la
tendencia suicida a sentir que algo falta en mi vida, me siento
desplazado (no por nadie, sino por mí mismo), fuera de lugar,
extraño. Un punto insignificante en medio del lugar equivocado (o
de ninguna parte).
Y me entran ganas de huír.
Huír... pero, ¿a dónde? ¿Persiguiendo qué?
Estoy cansado de huír sin rumbo. De huír de nada.
Tal vez el problema es precisamente esa falta de rumbo.
A veces veo un millón de vidas paralelas pasando por delante.
Imaginaciones sobre qué hubiera sido de tal cosa si hubiera hecho
cual otra, castillos en el aire, cosas pendientes que sólo existen
en mi imaginación, a veces por tan solo unos segundos...
Un cruce de miradas en el metro es suficiente para desatar una
historia que sólo vivirá en un mundo de fantasía, de "quizás"... de
mentiras, a fin de cuentas.
Después el metro para en tu estación, te bajas y el mundo te sacude
para despertarte, para hacerte volver a su realidad, y sales de tu
ensueño una vez más pensando cómo te gustaría que aquellos mundos
de fantasía fueran, al menos una vez, el real.
Me gusta la palabra "pendiente". Como los que le regalas a una
chica que te gusta, o como las cosas pendientes de un hilo, o
aquellas que te quedan por hacer, o las asignaturas que te quedaban
para el curso siguiente...
El caso es que todos tenemos cosas pendientes, y la mayoría de
ellas se perderán en la memoria de la humanidad como cosas
pendientes, cosas que nunca llegaron a hacerse y se quedaron allí,
suspendidas de un hilo o de una oreja por un alambre que desean
escalar para poderse decir en su oído.
Sea como fuere, yo llevo un tiempo desconectado de mi blog, y tengo
muchas, muchas cosas pendientes por contar. La razón no es otra que
mi primer parásito chispas: Rafita. Y en este momento viene lo de
explicar el parasitarismo.
Entre la comunidad de expatriados en este país existe el término
parásito sólo para ser aplicado a aquellos colegas o menos colegas
que vienen una temporada a quedarse en tu casa, comerse la comida
de tu nevera, hacerte gastar más pasta de la que te queda en las
constantes juergas de sus vacaciones (sin importar que tú, aunque
no sea mi caso, estés currando todos los días), pero por qué
negarlo, también a alegrarte un poco la vida sacándote de la rutina
espesa de las relaciones personal-laborales de esta jodida sociedad
enferma en la que la pasta lo significa todo.
Y en esas que el Rafita, aprovechando la pasta que le dieron por su
despido improcedente, se vino a hacer las chinas. Dos semanas en
las que he podido acompañarle menos de lo que me gustaría, por
asuntos de lo que podría ser mi primer curro relevante en china,
pero dos semanas en las que he podido disfrutar de nuevo de la
compañía de un colega de los de toda la vida, y eso como la
mastercard, no tiene precio.
El Martes se volvió para España, y de alguna manera mi casa se
convirtió en un sitio un poco más vacío, a pesar de mis nuevas
compañías...
Pero eso, como decían al final de Conan el Bárbaro, "es otra
historia..."
Sobre Londres, sencillamente la cosa se fué a la mierda. Esa manía
de mi madre de repetir doscientas veces que me saque el título de
Inglés, un día me pasaría factura. La falta de ese título anuló mi
candidatura. Así que al final, se quedó en una de esas cosas
pendientes que siempre serán eso, cosas pendientes.
No recuerdo de quién era ese poema ni cómo sigue, pero siempre
recuerdo esa frase.
El que espera desespera por vivir atado a esa espera, a pesar de
que la esperanza siempre se dice que es lo que nos mantiene en pie,
lo último que se pierde.
Dice Meredith Gray en uno de sus discursos de voz en off que las
esperanzas son aquello que nos llevan a empezar un proyecto, que
nos animan a mirar adelante, pero que las cosas inesperadas son en
cambio las que nos hacen vivir.
Otra frase muy recordada al respecto es aquella de "no te puedo
tener esperando", la cual viene muy a cuento con aquello del
desesperar.
Lo cierto es que no se si el que espera desespera, pero sí sé que
esperar no es aquello que estoy dispuesto a hacer, no en el sentido
que normalmente se entiende por esperar, ya que creo que el que no
persigue aquello que espera, ese sí que desespera.
Cuando acabo en la cama con alguien siempre me pasa una de dos
cosas:
La más normal es cuando cierro los ojos con el secreto deseo de
que, al abrirlos, esa persona haya desaparecido mágicamente. Sin
embargo esa magia no existe, y siempre hay un "¿Qué haces aún ahí
que no te has ido?"
Otras veces -las menos, lamentablemente-, no quiero cerrarlos por
si acaso al abrirlos ha desaparecido, y me abrazo como un koala
intentando perderme en sus ojos.
"Felicidad, qué bonito nombre tienes" dice la canción. Pero nadie
canta a su forma. Nadie puede definir exáctamente qué es, cómo es,
cómo se consigue. Ni siquiera vale la misma para unos que para
otros.
La mayoría de la gente se pasa la vida entera buscándola sin tener
apenas una remota idea de qué significa para ellos, de dónde
encontrarla.
Casi siempre suele estar en los lugares menos esperados, en los
detalles más pequeños, aunque esto pueda sonar a convencionalismo,
a frase de revista de quinceañeras. Por lo general, esa felicidad
termina apareciendo en lo fácil.
Lo malo, lo complejo de nuestra naturaleza, es que cuando
conseguimos lo fácil, tendemos a acostumbrarnos a ello, y por eso
las cosas que nos hacen felices pueden llegar a dejar de
hacerlo.
Hay gente que no se da cuenta de que algo le hace feliz hasta el
momento en que ese algo desaparece, o se aleja. Otros, por el
contrario, se dan cuenta cuando lo recuperan.
Yo suelo perder el horizonte de lo que me hace feliz, pero de
cuando en cuando me paro a pensar, recuerdo todo, cada compromiso,
cada apuesta, cada detalle, cada brillo en los ojos, cada
complicidad y cada minuto en que mi vida ha sido, sencillamente,
fácil.
Es lo que más feliz me hace, aunque siempre falta algo o como se
suele decir, no se puede tener todo. Y la maldita naturaleza humana
nos lleva siempre a fijarnos más en lo que nos falta que en lo que
tenemos.
Adoro lo que tengo. Adoro disfrutar de ello. Y si alguna vez me ves
sufriendo por aquello que no tengo, no dejes de ayudarme a hacer
focus.
Como hay muchas quejas al respecto de la imagen de ahí abajo, he
decidido hablar de eso, de imágenes.
Imágenes como la que he visto hoy, esa media luna enrojecida,
grande a pesar de estar partida en dos, colorada a pesar de estar
tan lejos (y tan cerca) de su otra mitad.
Imágenes que como esa, traen más imágenes a mi memoria. Un océano
de recuerdos pasando delante de mi imaginación en forma de imágenes
pasando a toda velocidad. Como si fuera una película.
Aún tengo que remontar el 2-0 de la ida, vamos, que aún tienen que
sacarme otra muela y empastarme otra, pero de momento he aquí una
foto de pésima calidad del desastre que tenía en la boca y que el
majete Dr. Chen me ha extraído a un precio ridículo...
Desde que vivo aquí y veo los rollos que se traen las gentes en
estos sitios, he aprendido a valorar mucho más (o mejor dicho,
símplemente lo recuerdo más a menudo) a los buenos amigos, aquellos
que son viejos amigos y precisamente el hecho de que sean de toda
la vida conlleva que siguen siendo gente que merece la pena tener a
tu lado.
Estos días también me he acordado mucho de aquellos que parecían
serlo y luego resulta que no lo son tanto. Aquellos en quien
confías, a quienes crees, por quienes apostarías y a quienes abres
sin dudar la puerta de tu casa.
Qué decepción tan dolorosa comprobar que, a la hora de la verdad, y
sin ningún motivo (¿aparente?), no son en realidad ni tan siquiera
colegas.
Esta noche brindo por aquellos viejos amigos caídos en algún campo
de batalla que los condenó al olvido de la amistad, donde
desaparecieron para siempre de mi vida.
Londres y las muelas no tienen nada particular en común, salvo
quizá que son dos cosas que me están causando unos dolores de
cabeza terribles.
Hace unas semanas Martuky me mandó una oferta de personal laboral
Icex en la oficina comercial de Londres. Técnicamente el curro no
es gran cosa, mantenimiento de bases de datos en Access, SQL y poca
cosa más. Pero es un contrato indefinido de 31.000 euros (que dicen
que en Londres viene a ser como 25.000 en Madrid, cosa que dudo), y
ahora mismo en mi situación de no conseguir curro ni a hostias,
está bien, por no decir bastante bien.
Además hay un segundo aliciente, derivado de que mi hermano curra
en Spanair, y es que tengo por ser hermano suyo descuentos de la
releche en vuelos de la compañía (y más adelante en compañías
asociadas al grupo Star Alliance), por lo que volar a España (y por
Europa) me saldría realmente barato.
El segundo dolor de cabeza nace algo más abajo, en las muelas de la
parte derecha, donde la muela del juicio ha empezado a dar por
saco. Por fin entiendo por qué la llaman así, y es que sientes un
dolor tan terrible que aprendes a temerlo tanto como al juicio
final. Cuando un flechazo de dolor atraviesa tu cabeza en dirección
a lo más profundo del cerebelo como si se tratara de una aguja
ardiendo al rojo vivo, empiezas a creer que tu vida ha llegado a su
final y que tu cabeza va a implosionar a causa de un dolor que no
puedes localizar concretamente. En serio, nunca algo me había
dolido tanto, ni siquiera cuando me rompí la rodilla. Es un dolor
que te hace desear desmayarte.
Por suerte es instantáneo como el Colacao Turbo y no se queda a
vivir como los dolores estándares de muelas, pero despierta una
seria sensación de alarma en tu conciencia que te grita desesperado
que es hora de visitar a ese dentista del que te hablaron. Aunque
sea a costa de mendigar en las calles para pagarlo.
Muelas aparte, el dolor de cabeza que me produce Londres viene
porque a pesar de lo bonito que suena todo, hay una gran parte de
mí que no quiere desistir aún del experimento chino. Me abruma la
idea de tener que dar marcha atrás, de dejar por imposible algo que
tal vez no haya intentado con la intensidad necesaria. Sea por una
cosa o por otra, tengo la sensación de que si escojo Londres me
llevaré conmigo una pesada carga en forma de decepción, de
sensación de no ser capaz de ser constante en mis proyectos.
Por otro lado, si escojo seguir aquí, tal vez siga todo igual y
cuando en noviembre el paro deje de pagarme tendré que volver a
Madrid a casa de mi madre con la cabeza aún más gacha, y con la
sensación de haber perdido las oportunidades que tuve. Después de
todo, es una ocasión genial de ir a vivir a Londres.
Había pensado en convertir este post en otra farlopa bajo el título
"¿Qué harías tú?", pero a decir verdad resulta intrascendente
cuando la verdadera pregunta es:
Últimamente me vuelve a costar mucho conciliar el sueño. No sé si
será cosa del calor, o de qué, el caso es que me pueden dar
fácilmente las 4 de la mañana esperando a que las ideas dejen de
revolverse en mi cabeza y tener así la paz que me hace falta para
quedarme roque.
Hoy, como tengo subidón de cafeína (demasiadas horas en el Moon
River's bebiendo cocacolas) he probado a recorrerme con la bici
toda la rivera del Suzhou, desde un puente hasta el siguiente, a
toda caña. Espero que el cansancio me lleve de la mano suavemente
hasta el mundo de los sueños, aunque ahora mismo me parece que todo
lo contrario, me ha activado aún más.
¿Alguna vez alguien ha preferido el sonido de un camión de basura
al trinar de los pájaros?
Los pajaritos cantando suelen ser la música de fondo de alguna
escéna bucólica de peli romántica, el punto final que acompaña al
"...y fueron felices..."
El camión de basura sin embargo es ese mal olor, ese ruido infernal
y los basureros corriendo más que la maratón para hacer su trabajo
en la mitad de tiempo.
Y sin embargo cuando cae la noche y los pensamientos se agolpan en
mi cabeza gritándose unos a otros para discutir quién tiene más
razón de salir a flote, sólo espero oir cómo el camión de la basura
rompe el silencio sepulcral que invade la calle.
Los pájaros trinando sólo auguran que el nuevo día está apunto de
amanecer, y que otra vez no he dormido nada. Sin embargo mi camión
de la basura, como decía alguien, suena porque toda la mierda
acumulada durante el día va a desaparecer y así dejar de
apestarnos.
Es como si todo se quedase recogido y limpio, y a esas horas de la
noche, me infunde una curiosa sensación de paz...
Desde que me muevo en bici uso el MP3 más que nunca, y eso me ha
llevado a darme cuenta (otra vez) de la maldita capacidad de los
cables para enrollarse sobre sí mismos hasta límites insospechados.
Da lo mismo que sólo haga 3 segundos que guardaste los cascos en el
bolsillo, perfectamente enrollados al mp3 para que luego no esté
hecho un lío, porque saldrán de tu bolsillo tan enroscados entre sí
que perderás los próximos 10 minutos en tenerlos desliados para
poderlos usar.
Así que ahí queda otra Farlopa:
¿Por qué los putos cables tienen tendencia a
enroscarse?
Seguramente lo he dicho ya más veces de las necesarias, pero echo
de menos mi moto hasta extremos que no podía imaginar. Supongo que
el hecho de que estas sean las mejores fechas para montar lo
acentúa, y mis compis del foro están poniendo constantemente fotos
de sus rutas que me hacen añorar aquello.
Entre la lista interminable de fotos me he encontrado esta, sacada
por "el tito" Mascachapas, del embalse de Buitrago de Lozoya. Me ha
impresionado porque la última vez que pasé por allí el embalse daba
una pena horrible de lo vacío que se había quedado. Al verlo se me
ha puesto una sonrisa enorme:
Como he querido hacer esto un poquito más participativo, tenía una
idea pendiente desde hace algún tiempo que consiste en lo
siguiente:
A menudo se me ocurren preguntas estúpidas, de las típicas o alguna
que nunca he oído, y siempre me pasa lo mismo: me gustaría saber
las respuestas de la gente. Así que usando las más nuevas
tecnologías y desarrollando en el poco conocido pero potente
lenguaje de programación KoHP (Kali's own Hypertext Preprocessor)
he creado lo que he venido a llamar las FARLOPA's:
F - ormulario
A - utomatizado (de)
R - egistro
L - egible (y)
O - rdenado (de)
P - reguntas
A - bsurdas
Así que si alguien quiere curiosear el código, adecentarlo,
extenderlo o simplemente usarlo, que me pida una copa. Sí, una
copa. Al principio era un error tipográfico pero luego he pensado
que mejor me inviten a una copa y luego les doy una copia, así
todos tendremos lo que queremos :)
No termino de decidir si resulta curioso, irritante o qué, que
tengamos que venirnos al otro lado del mundo para que la gente que
se supone que te aprecia se de cuenta de que te echa de
menos.
Hay ocasiones en que contar algo que ha sucedido puede convertirse
en algo mucho más interesante que limitarse a explicar una serie de
sucesos.
Hay gente que es capaz de contar cuentos chinos o incluso rajar
durante horas sobre algo que se podría decir con tres simples
palabras. Palabrerías, charlatanerías, y demás costumbres
desagradables que se manifiestan en exceso en determinados grupos
como los abogados, la gente de negocios, o los periodistas.
Sin embargo hay otras personas, las menos, que comprenden la
diferencia entre la palabrería y contar historias. Hay pocas
personas que sean capaces de contar algo convirtiéndolo en un
cuento de hadas con el que dormir agusto, o una historia digna de
ser escrita -y lo que aún es más importante, leída-
Hoy quiero dedicar este trocito de mi vida a aquellas personas que
ha sido capaces de transmitirme magia con las palabras, de hacer
que mi mente vuele y se sienta mecida. Aquellas personas ya saben
quienes son.
Seguramente no sea el mejor para decirlo porque hace mucho que no
posteo nada, pero últimamente toda la retahila de blogs de colegas
que frecuento está de lo más desactualizada. Así que no tenéis
autoridad moral para pedirme más post, si vosotros no lo
hacéis.
Nota: Este post fue concebido hace 2 días. Hoy, por llevarme la
contraria, la mitad de los referidos arriba ha posteado. Si lo sé
lo digo antes :P
Inexorable es una de esas palabras que usamos más por su acepción
inferida por su uso común que por el conocimiento real de su
significado. Pues bien, hágase la luz:
inexorable.
(Del lat. inexorab.lis).
. adj. Que no se puede evitar. El inexorable paso del
tiempo.
. adj. Que no se deja vencer con ruegos.
Inexorable es el tiempo, que pasa incansable, por mucho que
queramos retenerlo. Inexorable como una herida, que termina por
curar por más que nos empeñemos en mantenerla abierta. Inexorable
como la muerte o como la luz del sol entrando por tu ventana la
mañana de después.
Inexorables son los latidos del corazón que nos impulsan a seguir
caminando cuando creemos que los caminos se cierran sobre si mismos
para impedirnos el paso. Inexorable es también la tristeza cuando
se adueña de nosotros, aunque no menos inexorable es el instinto de
supervivencia que nos lleva más tarde a dejarla atrás.
Inexorables círculos vitales que nos marean de norte a sur,
creyendo siempe haber encontrado el punto de inflexión, la piedra
filosofal sobre la que basar algún pilar de nuestra existencia,
para después terminar viendo que no existe más pilar que nuestras
propias decisiones, nuestra propia voluntad.
No menos inexorables son nuestros errores, repetidos hasta la
saciedad para demostrar que aquello de la raza superior, la
inteligencia suprema que ha de dominar el universo, no es si no un
montón de experiencias acumuladas para hacernos aprender, no sin
antes habernos equivocado mil veces y más al mismo respecto.
Inexorable es el ciclo lunar, que muestra su luz y mueve hasta las
más infinitas masas de agua, para luego desaparecer, con exactitud
matemática, noche tras noche, mes tras mes.
Todo en la vida tiene su punto inexorable. Por más que roguemos
para evitar que llegue, un día sucede, y generalmente cuando menos
predispuestos estamos para ello.
Nunca olvides que hasta el más impresionante de los fuegos, termina
inexorablemente reducido a cenizas. Sólo es cuestión de
tiempo.
De repente me he dado cuenta, como una losa de realidad cayendo
sobre mí, de que mi estancia china es insostenible. Estoy endeudado
hasta las tetas y sin un duro. Y con la única persona que me debe
pasta desaparecida.
Y la losa es tan pesada que me aplasta y me deja inmóvil.
Lo más duro de estar lejos de "tu gente" es descubrir que aquellos
que creías tus amigos demuestran ser qué se yo qué cosa, pero no lo
que creías. En esos momentos sólo cabe una profunda y asquerosa
decepción, aderezada por una sensación de impotencia que no sé cómo
evitar.
No me malinterpreten, no pasa con todos (menos mal) pero con que
sea uno sólo, el dolor es considerable.
Cuando das con alguien con quien la comunicación es tan fácil,
resulta muy complicado entender por qué el mundo está lleno de
malos entendidos, de problemas que nacen tan solo en no escuchar,
en no traducir a nuestro propio idioma interno lo que las otras
personas nos dicen.
Quizá todas las guerras de la historia, las personales y las
mundiales, no habrían existido si la gente escuchase más.
Tal vez es sólo que casi nunca queremos que nos entiendan, y por
eso la gente miente y oculta cosas.
Creo que esta sensación extraña que me embarga estos días aquí en
Madrid tiene que ver con hablar. Y seguramente más de uno se sienta
ofendid@ con esto que cuento.
Ayer por la tarde tenía una sensación rara en mi cabeza, como si
cuando hablara con la gente las conversaciones se tornasen
insustanciales, vacías de contenido a pesar de que sean
interesantes, de las ganas de compartir con colegas y
familiares.
De alguna manera me falta algo, un pilar, alguien con quien poder
hablar de una manera especial, fácil, tranquila, sincera.
De repente me he dado cuenta de que tenía dos personas así. Una
está muy lejos, aunque pronto volveré a verla. La otra, por razones
de la vida, ha desaparecido o se ha escondido en donde no puedo
encontrarla, bajo la máscara de una colega.
"¿Por qué no intentas recuperar a tu amiga?". La respuesta vino en
una canción: "Not ready to make nice" de Dixie Chicks. It's too
late to make it right. I probably wouldn't if I could.
Sí, lo echo de menos. Lo echo en falta tanto como hubiera imaginado
que lo echaría. Pero no me siento con fuerzas. No ahora.
Volver a Madrid, encontrarlo todo diferente. Nuevos edificios,
túneles infinitos, solares antes ocupados por casas, paredes
pintadas y edificios restaurados...
Y el color verde.
Nunca creí que fuera a ver esta ciudad con tanto verde. Y no sé si
se debe a la cantidad de agua que ha caído en las últimas semanas,
a la gestión medioambiental, o al contraste en mi cerebro demasiado
acostumbrado al gris de Shanghai.
Ayer me fui en coche cerca de la casa de campo y me sorprendió el
olor a verde que me llegaba. Conducía fascinado por ese frescor,
con la suave brisa templada de la noche. Hoy aproveché el
fantástico sol primaveral para subir a Algete, y ví unos campos tan
verdes como nunca antes había visto en esa zona.
La ventanilla bajada, la música de U2 a todo trapo en la radio, el
olor a naturaleza, y el viento, incesante, jugando con mi pelo,
golpeando mi cara con una caricia de reconciliación, de viejos
amigos que se encuentran años después en una estación de
tren...
Y un millón de motos cruzándose en la carretera. Y mi alma sobre
dos ruedas, con la visera del casco subida, dejando que el viento
golpee en mi cara para llevarse el polvo que la cubre y la
oscurece, lejos, lejos de la luz que esconde.
La vida es un mosaico interminable de matices, de pequeñas
diferencias de color, de textura, de detalles minúsculos que
cambian por completo el significado de las cosas...
Lo que un día era tu casa de pronto puede convertirse en un lugar
extraño y hostil, dependiendo de pequeños matices. Aquella persona
que iluminaba tu cara por ser tu alma gemela puede cambiar a ser un
simple colega o un completo extraño.
La distancia de un error a una traición es a veces tan pequeña que
puede pasar desapercibida a unos ojos poco acostumbrados.
En cada palabra, cada gesto, un matiz está intentando llamar tu
atención para contarte algo. Sólo tienes que buscarlos bien.
Rebuscando en los cajones de la memoria
-que no siempre coincide con la historia-
encuentro
cubiertos de polvo,
buenos recuerdos,
desmerecidos,
confinados a ahogarse,
y tan sólo ocupando espacio.
Ahora toca limpiar,
recogerlos todos, elegir los buenos,
limpiarlos y colgarlos en cuadros en la pared,
hacer limpieza de los que ya no sirven,
tirarlos a la basura...
El tiempo es infinito. Lo que tiene límite son las situaciones.
Sólo hay que dejar que el tiempo haga su trabajo y limpie ese miedo
que ya no existe por sí sólo, hasta que el subconsciente deje de
recrearlo sólo porque ha dejado de verlo.
Acabo de llegar a Madrid. De visita, porque vengo sólo para 10
días, y me parecen demasiados, aunque la ventaja es que podré ver a
mucha más gente.
Según he aterrizado he corroborado una sospecha que tenía en mi
interior. No quiero vivir en este país. Y que me perdonen mis
amigos y mi familia, pero desde hace algún tiempo me incita un
cierto asco oir a la gente por la calle.
Sin embargo, a veces, sólo a veces, es agradable comprobar que
siguen existiendo rinconcitos en el mundo donde uno puede
refugiarse.
Zapatillas para andar, para bailar, para recorrer caminos
empedrados o el parquet más delicado.
Zapatillas para saltar, o para chapotear en un día de lluvia.
Zapatillas para jugar a cualquier deporte, o para fardar.
Zapatillas para entrar en tu garito de pijo de mierda, o para
patear el culo del jefe más prepotente.
Zapatillas para seguir andando. Zapatillas para crear caminos.
Zapatillas para volver a "casa".
A menudo me pregunto dónde están los límites, hasta qué punto debe
perseguirse algo que se desea, cómo discernir cuando llegas al
final del camino, a ese punto en que ya no cabe insistir,
perseguir, luchar...
Tantas veces me he imaginado como si fuera un videojuego, un zoom
hacia fuera con un cartel enorme que pone "GAME OVER", sin cuenta
atrás para el "insert coin". Así todo sería mucho más fácil.
Siempre he pensado que la insistencia era la clave del éxito, que
había que perseverar siempre, pero no dejo de preguntarme dónde
está el punto en que hay que asumir las derrotas y dejar que la
vida siga por su camino, un camino al que no has sido
invitado...
Durante años he tenido una especie de convencimiento de que podía
de algún modo prever ciertas cosas del futuro. Nunca me han creído,
pero el hecho de haberme ganado a pulso que me digan sabelotodo
significa algo.
El hecho es que por lo general me apegaba a la frase "cómo me jode
tener razón siempre". Pero ¿por qué acertaba esas cosas?
No creo que el destino esté escrito en las cartas, las nubes o los
posos del café, pero si creo en que la gente muchas veces deja ver
sin saberlo muchas cosas de las que están dispuestas a permitir que
sucedan.
Tal vez sólo sea que me fijo en cosas que otros no. Pero a veces
desearía no saber de antemano algunas cosas que sé...
Este fin de semana he ido a Beijing (o Pekín, según se quiera decir
bien o mal) 3 días, y ha sido genial.
Primero, porque tenía muchas ganas de conocer la plaza de Tian'An
Men, infinitamente más grande de lo que imaginaba, llena de
guardias nacionales, símbolos del partido, y una bandera
condenadamente pequeña comparada con la de Colón.
Segundo, vivir un poco más la realidad "Comunista" de este país,
tan difusa en una ciudad como Shanghai que parece totalmente ajena
a China si no fuera por los caracteres raros en las paredes.
Tercero, porque pude visitar la Ciudad Prohibida, que a pesar de su
nombre tan llamativo resultó un poco decepcionante en su mayoría,
dado que, como casi toda la ciudad, está en obras de cara a las
olimpiadas del próximo año. De hecho, cualquiera diría que
Gallardón y Álvarez del Manzano fueran coalcaldes de Beijing.
Cuarto y probablemente la que más ilusión me hizo, por poder subir
a la Gran Muralla, fantasear con la historia de su época,
destrozarme las rodillas en los infinitos escalones con vanos que
llegaban a veces por encima de mi rodilla... Tengo 2 Gb de fotos de
las que tendré que seleccionar.
Pero sobre todas las cosas del mundo, la mejor de todas las
sensaciones fue la de, por fin, sentirme volviendo a CASA cuando
aterricé en Shanghai. Echaba tanto de menos esa sensación que no
podía creermela.
Si alguien tiene ocasión de visitar Beijing, podrá flipar como lo
hicimos nosotros con la monstruosa descomunalidad (si es que esa
palabra existe) de sus proporciones, desde sus calles más anchas
(con más de 6 carriles por sentido, bicis descontadas) hasta por
las horas que se pierden andando de una manzana a otra, o por sus
laberínticos hutones.
A mí me ha encantado. Sobre todo por cómo me ha hecho sentir al
volver a CASA.
PD.- Como si fuera el del Almendro y esto Navidad, vuelvo a Madrid
del 19 al 29 de Abril. Estén atentos a sus pantallas :)
acostumbrar:
- 1. tr. Hacer adquirir costumbre de algo.
costumbre:
- 1. f. Hábito, modo habitual de obrar o proceder establecido por
tradición o por la repetición de los mismos actos y que puede
llegar a adquirir fuerza de precepto.
Resulta que el tiempo nos impulsa inexorablemente a la toma de
costumbres. En todo, absolutamente todo lo que nos rodea, podemos
definir un ciclo vital constante que nace en la curiosidad, en la
excitación de lo nuevo, de lo desconocido, para ir convirtiéndose
poco a poco y sin dejar que lo percibamos en una costumbre, es
decir, en un repetir las cosas sin apenas pensar en ellas, sin
vivirlas con esa ilusión y ese afán de devorarlo con que se hacía
al principio.
En la vida hay facetas en la que acostumbrarse es algo agradable,
que elimina problemas o sufrimientos, y que hace que nos adaptemos
más a nuestro entorno y podamos disfrutarlo.
Otras veces -la mayoría-, sin embargo, acostumbrarse sólo implica
perder algo que hemos ganado, o que nos ha venido dado, pero que en
todo caso nos gusta, hasta el momento en que pasa a convertirse en
algo normal, algo que está ahí siempre sin que lo persigamos, y es
en ese momento cuando empieza a perder su valor, a convertirse en
un precepto.
Cuando llegamos a caer en esta costumbre, al lado "oscuro" de
acostumbrarnos, resulta -al menos en apariencia- imposible
recuperar lo que teníamos antes, y en el ¿mejor? de los casos
terminamos golpeando nuestra cabeza contra nuestro particular muro
de las lamentaciones, odiándonos por haber dejado que ese algo se
nos escape a fuerza de costumbre.
Yo, por más tiempo que pasa, no termino de acostumbrarme. Ojalá tú
no lo hicieras.
Por alguna razón que no termino de entender, los seres humanos
somos autodestructivos, y hacemos cosas aún a sabiendas del daño
que nos van a hacer. Como si fueramos masoquistas, nos entregamos
voluntariamente al dolor y nos engancha cuanto más sufrimos.
A veces, sobre todo en ocasiones como esta, me gustaría dejar de
ser humano, así de golpe. Que me borren de la raza de estúpidos
seres autodestructivos.
Cuando estás en un mal momento y todo parece perder sentido a tu
alrededor, es fantástico contar con alguien a tu lado que sea tan
fácil, alguien que sea capaz de hacerte sentir en casa.
Ha pasado mucho tiempo, y esto parece que se hubiera abandonado. Lo
sé, merezco la muerte o algo parecido, pero creo que todos tenemos
nuestros días y nuestros momentos de absentismo mundial.
Por aquí todo sigue más o menos igual, tuve muchos líos con el
casero para dejar la casa en condiciones aceptables o al menos en
las condiciones que yo había pedido. Todo para descubrir con gran
decepción que la palabra dada por un chino medio vale menos que el
pañuelo con el que se suena los mocos (en el poco probable caso de
que se digne a usar un pañuelo, claro), y el "donde dije digo..."
parece más propio de estas latitudes que de nuestra tierra
natal.
También llegué a descubrir por mí mismo el nivel de "pueblerismo"
que existe en esta ciudad, donde entre más de 20 millones de
habitantes, siempre terminas dando con alguien del círculo o
relativo al círculo de gente con la que te mueves. Hasta el punto
de intentarte ligar una alemana en un garito para descubrir que es
novia de un chino ex-empleado de la oficina comercial
española...
Los días pasan rápido y con poco que hacer, y vuelvo a enfrentarme
a aquella sensación extraña de echar de menos un curro, algo con lo
que ocupar parcialmente mi tiempo, mientras el resto del universo
hace lo propio. Entre tanto los días se llenan de vacío y de la
sensación de estar en un lugar al que no pertenezco, en el que no
termino de encajar por no adaptarme a los estándares de trepa y de
"megacool" que marcan la vida en esta ciudad, y encima comprobando
cada día que aquello de "engañar como A un chino" nos llegó mal,
porque los que engañan son ellos.
Vivir siendo un guiri rodeado de expatriados cuya única meta es ser
más que el de al lado, vender más que todos los demás juntos,
termina minando la moral de cualquiera. Aguantas cosas como que te
digan que no te adaptas, que eres un punkleta cerrado de mente al
que sólo le gusta dar saltos y la música heavy (les falta decir "y
los pelos largos" para ser como mi abuela), y lo peor de todo: un
nivel exagerado de falsedad en la gente, de sonrisas de cartón
tapando no sé qué intenciones, de intereses cruzados y puñaladas
por la espalda, y en fin, un sinfín de gente de la que no sabes si
puedes fiarte, una sensación de desabrigo horrible que te lleva a
echar de menos a tus AMIGOS (de esos que se escriben con mayúsculas
y se cuentan con los dedos de una mano) más de lo que nunca
pensaste que se los pudiera echar de menos.
Hay otra cosa que echo de menos como si me fuera la vida en ello.
Echo de menos mi moto. Echo de menos la escapatoria que me daba,
poder levantarme una mañana desganado y subirme a lomos de ella,
echar a rodar sin rumbo, alejarme y dedicarme a vivir el asfalto, a
buscar más curvas, más montañas, más sitios nuevos alejados de todo
esto. O el simple placer de montar escuchando el sonido del motor y
sintiendo el viento en mi cara.
Las motos aquí están prohibidas en más de 250 cc., y además el
gobierno de Shanghai quiere evitar que se usen por lo que las
matrículas cuestan más incluso que la moto. Por lo que me han
venido contando, una 125 media puede salir por unos 850 euros al
cambio. Sin embargo la matriculación de la moto podría subir a
cifras entre 2.000 y 4.000 euros. Y en ese momento es cuando con
gran desesperación tienes que olvidarte de la idea.
Tengo una sensación bastante asquerosa de echar de menos. Mucho. Y
ni siquiera sé exáctamente a qué. O a quién. O tal vez sea todo
junto. Pero todo se contradice con la idea de que no quiero volver
a vivir en España. No de momento, ni en un futuro próximo.
Supongo que se me pasará. Adaptarse o morir, dicen. Dicen.
Vuelvo a España seguramente entre el 21 y el 29 de Abril. Espero
que un poco de aire, carnaza, vino, kalimotxo, los colegas y una
escapada en moto me recarguen las pilas. Hasta entonces, no sé cómo
irá todo. Supongo que mejor. Espero que mejor.
Podría decir que siento haber dejado abandonado este enlatado. Pero
lo cierto es que no puedo sentirlo. Es mi enlatado, y ya sabéis lo
que pasa con estas cosas. Uno escribe lo que le sale. Si le
sale.
En esta ciudad no llueve, aquí el cielo llora a mares,
literalmente. Cuando llueve, los edificios de enfrente no se ven
tras la cortina de agua que nos rodea. Además, estando en una
planta 31, la lluvia literalmente nace justo sobre nuestras
cabezas.
El viento suena como si fuera una peli de miedo, entre los árboles
de un bosque oscuro de hierro y hormigón, un bosque gigantesco
inerte, adornado con millones de luces de colores para parecer
inofensivo.
Esta es una lluvia extraña, una cortina capaz de traerte las más
dispares sensaciones, aunque generalmente tienen mucho que ver con
la nostalgia.
Un día te levantas por la mañana y de repente de das cuenta de
cuantísimo echas de menos una mirada concreta, unos ojos
perdiéndose en los tuyos, unas manos sobre tu cuerpo y el roce de
esa piel contra la tuya, como si hiciera siglos que no
sucediera.
Llevamos unos días de fin de año, otra vez. Este es el lunar (más
conocido como simplemente Chino) y las celebraciones aquí son tan
exageradas como cualquier otra cosa que pueda verse en esta
ciudad.
En el país de la pólvora los petardos son la máxima más típica. Se
compran en ristras choriceras de 1000 o 2000 petardos entrelazados,
al desdeñable precio de 2 y 3 euros respectivamente cada ristra, y
tienen un aspecto similar a esto:
Como estos 2000 petardos les parecen poco, hacen mosaicos de
ristras en la calle, en mitad de la calzada, organizando cosas de
este palo:
Y cuando les da por encender la mecha, la que se monta es tremenda.
En el vídeo no se aprecia de verdad, pero estando allí las
mascletás valencianas parecen de coña, y durante 2 días seguidos
esta escena se repite por cualquier esquina de la ciudad, una vez
detrás de otra:
Además de los petardeos ensordecedores, en las mismas calles ponen
tambores de fuegos artificiales, que por lo general suben sólo
hasta la mitad de los edificios que los rodean, haciendo un
espectáculo curioso de ver. Otro video del asunto:
Durante estos dos días, la ciudad es lo más parecido a Sarajevo que
conozco :)
"Forgive sounds good. Forget, I'm not sure I could. They say time
cures everything, but I'm still waiting..."
El perdón es una idea que siempre me ha resultado curiosa.
Perdonar, conceder algo (un perdón), es como conceder a alguien uno
de los mayores y sin embargo más fáciles favores que cualquier
persona puede conceder.
A menudo pensamos que aquellos a quienes perdonamos están
condenados a repetir, antes o después, lo mismo por lo que les
hemos perdonado. Y sin embargo no nos damos cuenta de que, al
pensar así, en realidad no existe tal perdón.
En ignlés hay una expresión muy buena que dice "Forgiven, not
forgotten". Pero yo creo que es imposible perdonar sin olvidar.
Porque cuando el problema, la afrenta, el daño presente en nuestra
mente, no se puede perdonar.
Dicen también que olvidar es difícil, o imposible, pero yo creo que
es tan fácil como se quiera que sea, sólo hay que mirar lo
importante, cuando vale más que el daño, y se olvida sólo.
Mientras tanto, la otra persona deja que el tiempo cure, paciente,
y trata símplemente de recordar que, lo que importa, no cambia
nunca.
Escuchando una canción ha venido a mi memoria una expresión que usa
mucho la gente en contra de la guerra de Irak: Guerra Ilegal. Y me
ha dado la risa. ¿Acaso hay guerras legales? ¿Hay guerras mejores y
guerras peores? ¿Es posible que una guerra sea buena?
Las armas sólo se hacen para matar. La única guerra buena posible
es aquella a la que no fuera NADIE.
Hoy empiezo mis clases de Chino. Espero que la pastucia que me va a
costar me sirva de algo. Me muero de ganas por poder empezar a
entenderme con la fauna local :)
Ni siquiera sé decirlo en Chino, pero llevo una semana loco viendo
casas y mas casas, echando cuentas de cuánto puedo gastarme,
tratando de averiguar en qué zona me gustará más vivir esta ciudad,
discutiendo con unos chinos que no hablan ni inglés y sin saber
hablar chino sobre el precio que soy capaz de pagar... y al final
tengo un enorme dolor de cabeza acompañado de una creciente
habilidad para la mímica y la comunicación gesticular (si es que
ese término existe)
Tengo que cerrar este tema pronto, porque mi licencia de parasiteo
está caducando, y aunque puedo migrar a otro huesped, lo suyo es
establecerme de una puta vez.
Por otro lado, ayer hice lo que no había hecho nunca... volcar un
vaso de zumo de manzana sobre el teclado de mi portátil nuevo. A
veces me sorprende ser tan completo desastre.
Anoche fue un cúmulo de sensaciones extrañas. Una tristeza
incomprensible que me inundaba y desboraba en lágrimas sin saber ni
tan siquiera el por qué.
Esa tristeza tan real como incomprensible es la misma de la que
había oído hablar hacía meses.
Entonces Silvia me abrazó y me tranquilizó. Las lágrimas brotaban
libres al fin desahogando esta pena, mientras me susurraba al
oído...
Para mí, la sensación que mejor define "Estar en casa" es tumbarme
en el sofá en una noche de lluvia arreciando en el cristal, con el
calor de alguien apoyado sobre tus rodillas, y viendo "Anatomía de
Grey"
La ciudad desde el taxi es un manto de agua que cae con paciencia
infinita. Las calles y los edificios parecen llorar desde la
autopista elevada, y el camino de vuelta a casa se convierte en un
aluvión de preguntas sobre por qué las cosas han ido saliendo
mal.
Dónde han fallado, dónde stuvo cada error, cómo aprender de ellos.
En el fondo es una conversación con uno mismo totalmente carente de
sentido, igual de carente que ha resultado ser este día. Y de fondo
una canción perfecta para el momento responde breve y concisa a las
preguntas: "Fools and love"
La vuelta a casa se hace larga y la música cambia al chinesepod, y
me alegra saber que algo sí estoy haciendo bien.
Lo peor de ser un Guiri es aceptar, precisamente, que uno es el
Guiri. De repente estas en un lugar donde todo el mundo es raro,
las costumbres aprendidas no valen de nada (como saludarse con dos
besos) y por supuesto, el idioma local te suena como el ladrido del
perro de tu tía.
Resulta más que extraño acostumbrarse al hecho de ser totalmente
analfabeto, cuando uno no puede ni tan siquiera intentar pronunciar
los carteles que encuentra en su camino. La mayor parte de la
población ni siquiera sabe pronunciar "English" por lo que la
comunicación es algo más que dificil.
Acostumbrarse al hecho de ser un extraño no es nada sencillo, y
requiere grandes dosis de paciencia, de dotes de expresividad y de
adivinación y sobre todo mucho mucho interés en aprender.
Es necesario borrar todo lo aprendido y volver a empezar casi desde
cero, y en ese mismo instante comprendes por lo que pasan miles de
personas en todo el mundo, y aprendes a valorar el esfuerzo de
aquellos que han emigrado a otros paises, y seguramente, a sentir
mucha más comprensión hacia aquellos que son extrangeros en tu
país.
Entonces me vuelvo a acordar de aquella frase que decía que el
racismo es una enfermedad que se cura viajando.
Llevo unos días con cosillas que postear, pero no me he sentido con
fuerzas. El Viernes murió mi tío Caty, y desde entonces cada vez
que me pongo a pensar me invade una profunda y desagradable
tristeza.
Pues ya estoy aquí, al otro lado del planeta. Y esto es, en todos
los aspectos, otro mundo.
El viaje empezó el mismo día de la despedida, ya que al final ni
siquiera me acosté. Llegué corriendo a casa, a terminar las
maletas, para llegar con prisa al aereoupuerto, y tras una emotiva
despedida de la gente del foro que vino a verme, tuvieron que
detener el avión y mandarme un bus para llevarme a la pista, porque
se iban sin mí
Después de una breve estancia en Copenhague (K0benhavn) donde
descubrí lo civilizados que son los daneses, que no tienen tornos
de acceso al metro sino una canceladora en el andén que ningún
españolito usaría, me tocó el peor de los vuelos, largo, sin poder
dormir, con un tipo al lado que se salí 3 veces de su asiento por
tamaño...
El caso es que entre jet-lag y demás acoples variados, he tardado
en hacerme a esta, mi nueva ciudad.
Ayer compré un portáatil nuevo, que me hacía mucha falta, pero
resulta que mi Windows está en chino. Simplificado, eso sí.
Esta semana apenas es como estar de vacaciones, hace unos días ya
que aterricé en el aereopuerto de PuDong, pero tengo la sensación
de que aún no estoy del todo aquí.
Entre tanto, mientras miro pisos y cosas de más, voy haciéndome a
la idea de que esta es ahora mi ciudad, un mundo al que tengo que
acoplarme y hacerme, aprendiendo a ser un guiri (laowai), y
acostumbrándome a todo lo que es la vida en un sitio como
este.
A ratos miro a mi alrededor y me siento absolutamente feliz, y
aunque la gente no lo entienda, el miedo es algo que no tiene
cabida en mi cabeza. A otros ratos sin embargo, la pena de haber
dejado mi mundo tan deprisa, me aprieta un poco el estómago. Ahora
pienso que tal vez la precipitación que tuve los últimos días en
Madrid fuera de alguna manera intencionada para no darme tiempo a
pensar nada.
Antes de despedirme por hoy, y de decir que ahora que tengo
ordenador, tengo que dar las gracias a todos los que estuvisteis en
mi fiesta de despedida, por hacerme sentir arropado y todas esas
mariquiteces que de vez en cuando son tan agradables
sentir...
Habrá que llamarlo de otra forma. Hasta luego, tal vez. Hasta qué
luego, no lo sé. Pero mañana es mi último día como Español.
Mañana es un día aún más ajetreado que este. Demasiado poco tiempo
para hacer demasiadas cosas. Comida con la famili, terminar
maletas, acoplar cosas en el piso... etc. Como siempre me pilla el
toro, como siempre sin tiempo, como siempre dejando demasiadas
cosas por hacer en el tintero.
Mañana celebro mi fiesta de despedida, o de hasta luego. El sitio
es un bar llamado "Así sea" que está en la calle Viriato 29, en la
zona de Quevedo. Si alguien quiere venir, a partir de las 10,
cuando quiera. Hay invitación a copas, así que cada uno elija lo
que quiere hacer.
Si podéis venir, porfavor, llamadme al móvil nuevo: 630 739
734.
A todos los que no os veré mañana y no he podido ver esta semana:
os echaré de menos.
Ayer en la tele dijeron una frase que había escuchado ya unos
cuantos miles de veces, pero que por alguna razón hasta ayer no me
había llamado la atención:
"El arma homicida"
Creo recordar que en literatura existe un nombre para aquellos
adjetivos que sólo sirven para recalcar algo que ya va implícito en
el sujeto al que adjetivan, pero no recuerdo qué nombre era aquél.
El caso es que, ¿podría acaso existir algún arma no homicida?
Como colofón, la cita:
"...no hay guerras sin muertos, las armas se hacen sólo para
matar..."
... y cómo bien dijo un colega: EN ESTE BARRIO, ¡LAS CHINAS NOS LAS
FUMAMOS!
Pues sí, jovenzuelos y jovenzuelas, para aquellos ignomitos que aún
no sos habéis dado por enterado, os aviso: este Domingo (28 de
Enero) parto a tierras Chinas (Shanghai más concretamente) con
billete de sólo ida. No sé si volveré, ni cuándo si lo hago. No sé
si podré dar la vuelta al mundo cual Kali Fogg, pero lo que es un
hecho es que durante una larga temporada no vais a verme el
peluquín si no es por fotos o similar.
Dado mi puto accidente con el móvil no he podido localizar a nadie
así que uso esto para explicaros: el Sábado (27) hago una fiesta de
despedida, en el garito llamado "Así sea" de la zona de Quevedo
(postearé más adelante cómo llegar) con algunas invitaciones a mi
costa. Necesito confirmar quienes van por lo que más os vale
localizarme o ser localizables.
Estos días tengo como móvil el 630 739 734, así que ya estáis
llamandome para decirme si venís o no... que tengo que hacer
lista.
Y para aquellos cuyas ocupadas vidas no les va a dejar tiempo como
para pasarse apenas un ratito a despedirse, pues qué decir... ¡Nos
vemos en el infierno!
Tengo muy poco tiempo para hacer cosas y muchas cosas que hacer,
estos días son una locura de horarios y planes a medio trazar y me
voy a terminar de desquiciar, eso sí no dejaré que pase lo de la
última vez. Al igual que estoy haciendo con mis cosas, voy a poner
el listón muy alto con respecto a las cosas, personas y situaciones
que merezcan la pena mi atención. Aquello que no lo merezca, será
deshechado.
Tengo que deshacerme de lastres, para poder volar. Y los que me
lleve conmigo serán sólo aquellos valiosos.
Voy a viajar como los emails. Hoy, como estoy muy dormido, me he
quedado atontao -más de lo habitual, sí- mirando una cabecera de un
correo, y me he dado cuenta de lo curioso que es:
Sale de Shanghai a las 8:35 am del 24 de Enero (zona +0800), vuela
hasta algún punto de Estados Unidos que lo reenvía a las 19:37 del
23 de Enero (zona -0600) para finalmente recibirse en mi servidor a
la 1:40 del 24 de Enero (zona +0100).
Como mola viajar a la velocidad de la luz y en el tiempo...
Bien, veamos... resulta que yo pierdo el móvil, ¿no? Bien, es una
capuyada, soy el primero en decirlo. Pero collejas más tarde por
favor que ahora corre prisa arreglar en lugar de destruir.
Aplicamos una medida de contingencia, cojo el móvil que le sobra a
mi madre y me quedo con él la única semana que me queda en Madrid.
Pongo el anuncio en el msn y en mi blog, para que la gente me mande
de alguna forma sus números y así poder recuperar la agenda.
La mayoría ni leen el mensaje o directamente lo ignoran. Los pocos
me mandan un mail o dejan un mensaje en el msn. Otros incluso me
mandan un sms con su nombre (ya son ganas de pagar teniendo el
mail) pero existe la pega de que el nombre puede coincidir con
varios otros que tuviera homónimos en mi agenda.
Pero luego están los más listos del universo, los Expertos
Mundiales en rehacer agendas. Esos son los que, para darme su
número, me hacen una llamada perdida.
Pensaba seguir regodeándome en ese hecho, pero creo que el silencio
lo dice todo.
Las despedidas son tristes, es algo que todos sabemos. Pero en
menos de 5 meses han sido dos despedidas en el mismo lugar, con
distinta gente, de mis motos.
Esta vez no tenía el vínculo que existía con La Gata, pero de todas
maneras ha sido triste dejar la moto y darle las llaves a su nuevo
dueño, y saber que nunca más volveré a montar sobre ella.
El día amaneció triste, elocuente de lo que iba a ser, gris, con
una llovizna finísima y una niebla que apenas dejaba ver la acera
de enfrente. El sol ni siquiera se había despertado cuando salí a
por la moto. El mundo parecía andar a un ritmo extraño con la falta
de luz, y la gente andaba distante y aún adormecida por sus
madrugones para ir al tajo.
Como una hilera de autómatas todos se encaminaban al Metro sin
pararse a mirar a quien anda a su lado, o a quien se cruza en
sentido contrario. Como mucho dos amigos que se cruzan se reconocen
y hablan 15 segundos sobre por qué se cruzan esa mañana y no
otra.
Pero poco a poco el sol va abriendose camino a duras penas entre la
densa niebla, convirtiéndola en lluvia y deshaciéndola con
esfuerzo. Los primeros rayos de luz apenas iluminan un poco el día
aún triste, y el tráfico se hace lento y apesadumbrado, contagiado
del lúgubre amanecer.
Después, igual de fríamente que amaneció, las cosas se suceden como
impulsadas por la misma inercia incosnciente que lleva a las
personas medio dormidas al metro para acudir a sus puestos de
trabajo, y la vista final da paso a la gestoría, esta a su vez a
las firmas de papeles, luego trámite en el banco, entrega de
llaves, últimas explicaciones banales y obvias (a la par que
innecesarias), apretón de manos, y cada uno por su lado. Desde este
momento enlatado, calentito a salvo de la lluvia que arrecia ahora
que el sol se impone filtrando sus rayos entre las nubes, pero con
una horrible sensación de nostalgia en el cuerpo.
Esta vez no se fué girando la esquina sin mirar atrás, ni hubo esos
últimos días disfrutando a tope de su compañía. Una honrosa
despedida ayer, y un indiferente alejamiento del lugar donde estaba
aparcada en un soportal.
He perdido mi móvil y con él toda la agenda. Por favor, quien leáis
esto mandadme un mail a kali@kalimotxo.net con vuestro número para
recuperar la agenda.
UPDATE: Me he agenciado para esta semana que me queda el siguiente
número:
Acabo de volver de San Sebastián de una de mis fugas relámpago
decididas a última hora. Todo empezó el Viernes, cuando no sabía
que había quedado para el mismo día con Martuky a cenar y con los
del curso de foto a tomar unas cañas por ser el final del
curso.
Al final vencieron las cañas y la noche terminó rara en una fiesta
erasmus llena de gente a la que no conocíamos. En mitad de aquella
vorágine de sangría asesina, gente conocida y gente menos conocida,
pero sobre todo gente absolutamente desconocida, hubo uno de esos
"¿oye, y por qué no?" cuando hablamos de hacer una salida en plan a
tomar unos pinchos a San Sebastián.
El espíritu del decidir las cosas en el último segundo se apoderó
de Javi y de mí y terminamos llevándonos por medio a Celia y a
César, que andaban por allí cerca. Así que el sábado por la mañana,
cuando conseguí doblegar a la resaca infernal de la sangría
asesina, salimos hacia Donosti. Javi y yo en nuestras motos, César
con el coche de apoyo (el kalicar) y Celia cambiando de un vehículo
a otro.
EL título del post viene a cuento de lo que ha ido pasando estos
dos días. Dos días en que he hecho más kilómetros en moto de los
que me apetecía, sobre todo por la cantidad de ellos que han sido
de noche y por autopista. Mis dos vehículos que han alcanzado un 2
en la primera cifra de su cuentakilómetros, 200.000 para el
kalicar, 20.000 para la moto. Dos mensajes al móvil bastante
reveladores. Dos habitaciones dobles de hotel y dos comidas que
superan la capacidad de mi estómago.
Pero sobre todo, dos días donde lo que más he sentido, es echar de
menos.
Me encantan los días de niebla cerrada que están sucediéndose
últimamente en Madrid. El aire se queda con un halo mágico precioso
que nos invita a soñar y a imaginar absolutamente cualquier
cosa.
Además la niebla nos hace ser mucho más conscientes de lo que
tenemos justo delante, ya que es lo único que nos deja ver y por
ello nos fijamos más.
Adoro la niebla que no nos permite ver lo que trae el futuro. Ojalá
en la vida fuera todo más parecido, aprenderíamos a vivir el
presente sin más importancia.
Ha sido mucho tiempo pensando en ello, dando más vueltas de lo
necesario, y decidiendo al final por lo que mi alma necesita.
Hoy he hablado con mi jefe para informarle de que me voy. Dejo la
empresa, dejo mi casa, dejo mi ciudad y mi familia, mis amigos, lo
que ha sido siempre mi vida hasta ahora.
Lo dejo por la llamada del cambio, del movimiento que oxigena el
universo, por el caos que engendra la propia vida, por la necesidad
de cambiar, de moverme en extremos tal vez radicales, pero
necesarios en cualquier caso.
Mucha gente no comprenderá al menos durante mucho tiempo el motivo
de este giro repentino. Tal vez algunos lo entiendan mal, pensando
que viene a cuento de intenciones o de sentimientos que no son los
"culpables" (entrecomillo ya que me parece absurdo hablar de
culpabilidad).
Pero el verdadero hecho es tan sencillo como que mi alma me empuja
a moverme, a desafiar toda lógica y orden, a dar un salto al vacío
ahora que aún estoy a tiempo de aprovechar muchas cosas de mi vida,
antes de ambueblar mi cabeza y asentarme (¿estancarme?) en un
lugar, en un modelo de vida que no he elegido, y que además de
haberme sido impuesto, ni siquiera soy capaz de aceptar.
Tal vez deje de lado muchas oportunidades que, no puedo negarlo,
parecen muy buenas. Pero no quiero pasar el resto de mi vida
pensando qué habría sido de mí si no hubiera dejado pasar este tren
que ahora parte de mi estación con un rumbo incierto. Sé muy bien
que nunca podría perdonarmelo y que terminaría cargando sobre los
demás la responsabilidaad de eludir esta decisión.
Mi camino se aleja de razones, de lógicas y de estándares, pero es
mi camino y sé muy bien que es este, que me marca por aquí, y no
puedo negarmelo a mí mismo. No podría soportar la vida pensando que
me he autoengañado para así cumplir las espectativas de los cánones
prefijados por la sociedad, la familia, y el "sentido común".
Hoy he anunciado a mi jefe mi decisión de abandonar la empresa para
así poder irme, en principio sin fecha fija de vuelta (tal vez tres
meses, tal vez cinco años) de este país. De momento voy a Shanghai
por aquello de que tengo casa allí y es el trampolín que necesito.
Pero tengo un sueño que cumplir, dar la vuelta al mundo, y no
pienso estar media vida posponiendolo, más que nada porque tal vez
esa media vida nunca llegue a existir.
Es el momento, aunque pueda parecer el menos apropiado, pero sé que
si no lo hago ahora no lo haré nunca. Y además, con el paso de hoy,
todo está lanzado y decidido.
Antes del 1 de Febrero habré dejado esta ciudad. Los días que están
por venir van a ser muy, muy movidos.
Me gusta mi moto porque corre más que cualquier pena, que cualquier
daño, que cualquier tristeza. Y mientras acelero y disfruto del
camino, veo desaparecer toda la mierda, alejándose en mi
retrovisor...
A veces me pregunto seriamente si dejarse llevar por los
sentimientos es tan bueno como debería ser.
Lo cierto es que, en ocasiones, por mucho que nos joda, nuestros
sentimientos hieren a los demás, directa o indirectamente, y no sé
si la solución está en controlar esos sentimientos, o ser
absolutamente diáfano con respecto a ellos, le joda a quien le
joda.
El dilema moral está en qué hace menos daño, cuando lo único que
quieres es NO hacer daño.
Los sentimientos no están para hacer daño. Si duelen, es que no se
han entendido bien.
Ayer apenas dormí nada y esta noche me he "recuperado". Falté a la
cena del equipo de dardos porque me quedé dormido sobre las 8 de la
tarde y abrí un ojo a las 12. Hice una cosilla que tenía pendiente
en el servidor de Leny y volví a dormirme.
Esta mañana estaba teniendo un sueño muy raro. Andaba por un
parque, en el que había columpios y toboganes que salían de
aviones. Aviones militares por cierto muy realistas, salvo por el
tamaño. Cogía el móvil y llamaba a Silvia -la experta en aviones
que conozco- para preguntarle cuáles eran según la descripción que
le iba dando, pero ella casi no me oía porque a ratos algo hacía
mucho ruido, suponía que unas obras.
Después aparecíamos cerca de una piscina pública, y justo cuando
estaba apunto de bañarme en gayumbos, una neurona avispada me ha
dicho que todo era muy raro, y que tal vez estuviera en un sueño.
Ese pensamiento me ha hecho abrir el ojo y ver el reloj:
¡¡¡ LAS 11:38 !!!
De un brinco me he levantado de la cama y cuando mis pies han
tocado el suelo ya tenía los pantalones puestos, he salido de casa
a las 11:40, porque tenía cita en un cliente a las 9:00... el resto
lo podéis imaginar...
Y ahora por la noche suena mi móvil. Ana. Qué sorpresa (hace siglos
que no sé de ella). Más sorpresa aún: me invita al concierto de
Fito. Una maravilla. Así que voy a gritar un poco :)
Hoy he salido del curro y estaba inusualmente contento. Ha sido
porque al salir, el Sol aún inundaba el mundo con su luz.
Algo tan corriente, tan cotidiano, puede resultar maravilloso. Hoy
he visto desde mi coche al sol saliendo por la mañana desde
Vallecas, y ponerse por la tarde por Fuenlabrada.
He terminado de comer y aprovecho el rato que me queda libre por no
haberme ido a casa para pasarme por el parque a leer en algún
banquito en que todavía caiga el sol. Llevo mi mp3 con un auricular
roto y la música bajita apenas audible, así que me zambullo en la
historia de mi libro devorando páginas e ideas que refrescan mi
mente.
El parque está bastante tranquilo, apenas un par de abuelos pasean
a sus perros, y poco a poco va desapareciendo todo más allá de las
páginas. Pero de repente, no muy lejos del banco, empiezo a oir un
ladrido nervioso que, antes de verlo, adivino que pertenece a
alguan variedad de perro patada. Se acerca a mi banco, pretendiendo
amedrentar con su ridículo guaguau, y en ese momento como por arte
de magia, los auriculares se arreglan sólos y vuelven a escucharse
los dos lados, a todo volumen.
El ladrido del perro patada se esfuma entre notas y versos, una
canción de Nach Scratch que se llama Odio y dice:
"... ¿No te das cuenta? Te odio a tí, hijo de perra..."
Últimamente oigo mucho acerca de parejas, y me resulta curioso.
Personas que pierden sus respectivas identidades personales para
pasar a ser una (id)entidad conjunta e inseparable, amigos a los
que invitas a una fiesta y vienen en pack como los yogures,
independientemente de que te caigan bien o mal las partes
contratantes.
Y me pregunto acerca del tema, y de lo que yo quiero...
Si una pareja (una relación) es perder mi nombre para llamarme
"nosotros", es dejar de hacer lo que a cada uno nos gusta por
compaginarnos con el otro, o hacer algo que no nos interesa sólo
por acompañar al otro, si es ir siempre de la mano, sufrir las
ausencias -incluso respetarlas en el plano sexual-, convencerse de
que sólo esa persona puede tocar mi piel porque las normas son así,
desestimar caminos alternativos, renunciar a sueños... supeditarse,
limitarse a esa otra persona, en ese caso, no quiero una
pareja.
Pero si esa relación de pareja que me ofreces es de compartir lo
bueno, seguir siendo cada uno, jugar a mantener siempre el deseo,
disfrutar de las diferencias y de las ausencias de la misma manera
que de la convivencia y las aficiones comunes, enriquecer
mutuamente nuestros mundos con todo aquello que seguimos
aprendiendo por nuestras cuentas, sin limitarnos, sino siendo algo
más, algo que llena porque sabe que no es lo único; si esas ganas
del otro saben convivir con las ganas de otros "otros", con la
contínua evolución de cada uno, con las idas y venidas... entonces,
sí quiero una relación.
Nunca confundas una pareja con una cadena. Si alguien te quiere es
porque te quiere libre, como eres.
No creo que nadie se entere muy bien de lo que quiero decir con
esto porque además me explico como el culo. Pero estoy seguro de
que tú me entiendes perfectamente.
Por primera vez en mucho, mucho tiempo, estoy completamente sólo en
mi casa. Es una sensación extraña. No podría decir si buena o mala
o ninguna de las anteriores. De momento sólo es eso, extraño.
Echo algo en falta.
(editado) -> Una cosa sí que me encanta de esta circunstancia:
poder pasearme de nuevo por mi casa totalmente desnudo sin que
nadie me vea. Una gozada.
* "Y entonces, ¿qué me dices de tus sentimientos?"
- "¿A qué te refieres? ¿Que si le quiero?"
* "Exactamente. A lo que sientes por él, si estás segura de lo que
sientes... esas cosas."
- "Pues sé que es un chico guapo, y que cuando está lejos le echo
mucho de menos, y que cuando hemos discutido me siento fatal y me
duele y..."
* "Un momento, un momento... ¿Me estás diciendo que le quieres
porque te duele?"
- "Sí, porque en esos momentos es cuando más lo noto."
* "Ese es el problema. Enfocáis el amor mal. No tú, en general.
Identificáis el amor con dolor, con daño, con llorar y con pasarlo
mal. Cuando en realidad el amor es todo lo contrario. ¿Por qué
sientes a través del dolor aquel sentimiento que te llena, que te
hace feliz y que te hace sonreir? Estáis todos locos."
-Yo mismo, en una conversación trascendental con
alguien-